Luis Vielma Lobo (*)
Una mirada a cualquier diario nacional o internacional nos brinda una panorámica global estremecedora. El mundo se viene convirtiendo en un aquelarre más que preocupante, aterrador. La aparición del coronavirus o COVID19 ha sido como un apagón de luz final, para quedar en algo parecido a una caverna, en las tinieblas, donde nadie sabe donde esta, no se vislumbra nada, y no hay visión clara de lo que viene.
Podríamos decir que, dentro de esta nube tóxica o niebla contaminante, se encuentra la industria petrolera o el mundo de los hidrocarburos. Si ya el mercado mostraba cierta volatilidad que había bajado los precios por debajo de los 50 dólares, como consecuencia de los ataques recíprocos entre USA e Irán. Ahora se presenta la rotura del acuerdo entre Arabia Saudita y Rusia para mantener cerrados los 1.5 millones de barriles por día de producción, y el deseo de los saudí, de abrir más producción aún, pues su potencial y capacidad de manejo lo permiten, declarándose prácticamente una guerra de suministro, que evidentemente ha lanzado los precios al piso, pues de la noche a la mañana han caído en el orden del 30% con un impacto inmediato en los principales índices económicos del mundo, y afectando las transacciones bursátiles en las diferentes bolsas del mundo.
El término de “tormenta perfecta” bien puede aplicarse; pareciera que se han conjuntado las condiciones más adversas para afectar las economías globalmente, y en lo particular el negocio de los hidrocarburos. Buscar las razones para explicar este “sin sentido” de los árabes y los rusos, se convierte en un extraordinario ejercicio de ensayo y error o de análisis causa – raíz, que al final siempre dejará dudas de su certeza.
Un precio del orden de los 50 dólares obliga a las empresas operadoras a administrar muy estrictamente sus portafolios y sus presupuestos, para reducir los riesgos de hacer atractivos el incremento en el desarrollo de energías alternas, e incrementar la volatilidad o vulnerabilidad del negocio de los hidrocarburos. No obstante, la realidad que estamos viviendo obliga a las empresas productoras de hidrocarburos a abrir sus portafolios a las energías alternas y considerar seriamente estas, como una opción competitiva para dedicar parte de sus presupuestos de investigación y desarrollo (I&D). La transición de las empresas productoras de hidrocarburos a empresas proveedoras de energía, es una realidad más que una opción estratégica.
Independientemente de esa realidad, la pregunta que todos nos hacemos en este momento está relacionada con el vector tiempo: ¿Cuánto durará esto? y la respuesta involucra muchas variables, en una ecuación compleja que incorpora temas como el riesgo, el miedo, la incertidumbre, la salud, el trabajo, la economía, y muy especialmente la política y geopolítica en primeros lugares.
¿Cuántas cuencas, campos o yacimientos en el mundo son viables de producir con precios menores a 30 dólares el barril? No muchos; además de algunos campos del medio oriente: Arabia Saudita, Iraq, Irán y Emiratos Árabes, algunos campos de Rusia asociados a la cuenca siberiana y aguas someras en el Golfo de México. México tiene esos campos en las aguas someras de Campeche y del Litoral de Tabasco, así que puede competir en ese mercado y convertirse en un país con futuro energético, aún en condiciones críticas de mercado.
¿Podrá la producción de estos campos aportar los volúmenes requeridos por la demanda mundial de hidrocarburos, asociados a los pronósticos de crecimiento económico que se tienen previstos para el mundo en este año? Probablemente no, y tanto Arabia como Rusia apuestan a ello, al romper el acuerdo que sabiamente tenían y que había permitido una recuperación muy importante del precio en el mercado. Aprovechar la ventana que ocasiona, el cierre de muchos campos que no podrán ser competitivos a menos de 30 dólares el barril, pudiera ser la manzana de la tentación que impulsa este deseo de ambos países.
Hace ya unos 3 años, los árabes intentaron algo similar para tratar de detener el crecimiento del desarrollo de las formaciones de shales en Estados Unidos, y así impedir que ese país siguiera con su objetivo de lograr su auto sustentabilidad en hidrocarburos. Después de unos seis meses desistieron, pues la tecnología desarrollada por los productores de shales, les permitió ser competitivos en un mercado por debajo de los 40 dólares/barril. Así que decidieron, junto con Rusia, cerrar unos 1.5 millones de barriles por día de su producción, y al salir esos barriles del mercado, los precios volvieron a tomar la senda del crecimiento hasta alcanzar de nuevo los 60 dólares por barril.
¿Cómo se ve México en este difícil entorno? Complicado; ya el país venía sufriendo con la caída de precios, a pesar que Pemex y las empresas privadas han venido haciendo esfuerzos para cambiar la tendencia de la producción a la baja. En el caso de Pemex tiene un gran reto de ser eficiente en la perforación de pozos que le permita incorporar producción de los cuatro o cinco campos nuevos que están tratando de desarrollar. La coordinación del esfuerzo con las empresas que están perforando pozos bajo contratos tipo “llave en mano”, debe mejorar, y estas empresas deben aprovechar la oportunidad para lograr el desarrollo de tecnologías, o la búsqueda de socios que les ayuden a ser mucho más eficientes y así puedan apoyar más a Pemex.
Por otra parte, la contracción de precios y de mercados – porque así está sucediendo – tendrá otro gran impacto en las finanzas de Pemex y del país. Y este tema genera una situación grave para los compromisos sociales del gobierno federal, por la reducción en inversiones que tendrán las empresas para poder ajustar sus balances financieros y de valor a los accionistas. Aunque la SHCP mantuvo el programa de coberturas que da un margen de seguridad relativo en una porción de los ingresos, no será suficiente para cubrir los vacíos que se abrirán en el presupuesto federal.
En ese sentido el entorno creado por las decisiones del gobierno federal en temas energéticos, aunados al impacto internacional del COVID19 en el crecimiento económico mundial, significa un golpe muy fuerte para las realidades que el país debe enfrentar. Sin duda es momento de cambiar el mensaje político y utilizar un llamado de unidad y de confianza para que realmente se materialice un plan de inversiones en proyectos de energía que despierten al sector y vuelva a atraer la sonrisa en los apesadumbrados rostros de empresarios y también de funcionarios institucionales, quienes siguen apostando por el futuro de un México competitivo en materia energética, con fuentes seguras de suministro, y sobre todo que apoye al gobierno nacional en sus planes de desarrollo que significan fuentes de empleo e incremento del PIB para el país.
(*) Luis Vielma Lobo, es Director General de CBMX Servicios de Ingeniería Petrolera, Director del Centro Integral de Desarrollo del Talento (CIDT) y presidente de la Fundación Chapopote, miembro del Colegio de Ingenieros de México, Vicepresidente de Relaciones Internacionales de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios, AMESPAC, colaborador de opinión en varios medios especializados en energía, conferencista invitado en eventos nacionales e internacionales del sector energético y autor de las novelas “Chapopote, Ficción histórica del petróleo en México” (2016) y “Argentum: vida y muerte tras las minas” (2019).