Por Leopoldo Prendes Herrera, académico de la Facultad de Responsabilidad Social y Sostenibilidad, Universidad Anáhuac México
La Ley de Transición Energética promulgada en México en 2015 sentó las bases para fomentar el uso de energías limpias, con especial énfasis en la generación fotovoltaica. Este marco legal ha impulsado un crecimiento sostenido de la capacidad instalada en sistemas solares, posicionando al país como uno de los líderes regionales en adopción de energía solar. Sin embargo, este avance implica una responsabilidad significativa, establecer mecanismos efectivos para el reciclaje de paneles y componentes fotovoltaicos al final de su vida útil.
La responsabilidad social de las empresas del sector energético va más allá de la generación de energía limpia. Incluye también la implementación de estrategias de economía circular, en las cuales el reciclaje y la correcta disposición de residuos tecnológicos se vuelven esenciales. Esta responsabilidad debe abarcar a todos los actores de la cadena de valor, léase, fabricantes, distribuidores, integradores, instaladores y usuarios finales.
En la actualidad, México cuenta con más de 2.3 millones de metros cuadrados de paneles solares instalados, lo que equivale a aproximadamente 2 GW de capacidad (Asolmex, 2023). Considerando que la vida útil promedio de un panel fotovoltaico es de 25 años, se espera que en la próxima década comience un proceso masivo de reemplazo, este proceso podría generar miles de toneladas de residuos, principalmente vidrio, aluminio, silicio y pequeñas cantidades de metales pesados como el cadmio y el plomo. Según estimaciones de IRENA (2016), México podría generar hasta 630,000 toneladas de residuos de paneles al año para 2050, sin considerar pérdidas tempranas que podrían aumentar esa cifra hasta 1.5 millones de toneladas.
Factores como el deterioro prematuro, desastres naturales (el huracán Otis dejó inservibles un número considerable de paneles) y la obsolescencia tecnológica han acelerado la necesidad de soluciones estructuradas de reciclaje (Rafiqui, 2024). A pesar de que el reciclaje puede recuperar materiales por un valor estimado de hasta USD 15 mil millones a nivel global para 2050, en México la tasa de reciclaje actual es prácticamente nula.
En paralelo, la generación distribuida ha tenido un crecimiento significativo en México. Según datos de CFE Distribución, al primer semestre de 2024 existen 431,340 contratos de interconexión vigentes exclusivamente bajo este esquema, que representan una capacidad instalada de 3,643 MW. Esta cifra da cuenta del dinamismo de este segmento del mercado solar, que opera con centrales menores a 0.5 MW y que ha sido el motor principal de la expansión solar residencial y comercial en el país. Este crecimiento también plantea un futuro desafío en cuanto al volumen de equipos que necesitarán ser reciclados, destacando la urgencia de preparar estrategias integrales de gestión de residuos desde ahora (CFE Distribución, 2024).
Sin una estrategia de reciclaje, el impacto ambiental de estos residuos podría reducir drásticamente los beneficios ecológicos asociados al uso de energías limpias. El abandono de paneles en rellenos sanitarios representa un riesgo significativo de contaminación de suelos y aguas, además de una pérdida de materiales valiosos que podrían reintegrarse a la cadena productiva.
El reciclaje de paneles implica procesos especializados que permiten recuperar hasta el 90% de sus materiales. El vidrio templado se separa y se reutiliza, el marco de aluminio se funde y se reintegra a procesos industriales, y las celdas de silicio pueden ser tratadas químicamente para su reutilización o reciclado como materia prima para nuevas celdas, además, se recuperan cables y conexiones de cobre.
Organizaciones como Rafiqui A.C. han diseñado un proceso logístico que incluye el desmantelamiento, clasificación, triturado y reutilización de materiales. En el caso de paneles con menos de 10 años, la mayoría pueden ser reusados en comunidades vulnerables.
En México, el marco legal que regula la disposición de residuos peligrosos está regido por la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (LGPGIR), pero hasta ahora no existe una regulación específica para los paneles fotovoltaicos. No obstante, algunas empresas han comenzado a tomar la iniciativa, por ejemplo, “Reciclaje Solar México” y Rafiqui A.C. han iniciado programas piloto para la recolección y desensamblado de paneles. Rafiqui, en particular, busca posicionarse como la primera recicladora sin fines de lucro de paneles solares en el país, enfocándose en la promoción de la economía circular.
En el ámbito internacional, tanto Estados Unidos como Francia han desarrollado programas avanzados de reciclaje fotovoltaico. En Estados Unidos, empresas como First Solar han logrado reciclar más del 90% de los materiales de sus módulos, y se espera que para 2030 el país recicle más de 10 millones de paneles por año (Solar Energy Industries Association, 2022). Francia, por su parte, a través de la organización PV Cycle, ha implementado un sistema de recolección y tratamiento obligatorio para módulos al final de su vida útil, logrando tasas de recuperación superiores al 94% en peso. Estos ejemplos reflejan cómo una regulación proactiva y un ecosistema industrial comprometido pueden mitigar eficazmente el impacto ambiental del crecimiento solar.
Es en este punto donde la norma ISO 14001:2015 se vuelve relevante, esta norma internacional establece los requisitos para un sistema de gestión ambiental efectivo, incluyendo tanto la evaluación del ciclo de vida de productos, el tratamiento de residuos, hasta su correcta disposición. La adopción de la ISO 14001:2015 por parte de las empresas de energía solar podría no solo mitigar el impacto ambiental, sino también posicionarlas como referentes de buenas prácticas en sostenibilidad.
Por lo tanto, es urgente que las autoridades mexicanas desarrollen un marco regulatorio específico para el reciclaje de sistemas fotovoltaicos, acompañado de incentivos para la industria; al tiempo de promover la investigación y desarrollo de tecnologías de reciclaje más eficientes, así como fomentar la educación ambiental entre usuarios e instaladores. También resulta vital la colaboración entre gobierno, academia, sociedad civil y sector privado para construir un modelo de gestión de residuos solares sostenible.
En conclusión, la transición energética no puede ser completa sin una estrategia clara para el fin de vida de los sistemas que la sustentan. El reciclaje de paneles fotovoltaicos en México debe considerarse una prioridad nacional para garantizar que los beneficios ambientales de la energía solar no se vean opacados por su huella residual.