Por Dr. Marcos Avalos Bracho*
Este artículo está elaborado estrictamente con opiniones a título personal y de ninguna manera refleja el punto de vista de la Secretaría de Economía.
La pandemia ocasionada por el COVID-19 y la crisis del petróleo no solo han generado la mayor crisis económica global desde la Gran Depresión, sino también cambiará de forma dramática la forma de concebir la vida y vivirla, el rol protagónico de la intervención del gobierno con nuevas regulaciones, la dinámica y operación de algunas industrias, entre otros aspectos.
Se ha estimado que la economía mundial tendrá una contracción en 2020. Por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional estima que la economía mundial tendrá una caída de -3%, mientras que para la economía mexicana se estima una caída de -14.11% para el segundo trimestre de 2020 y de -7.27% para todo el año.[1]
La industria energética no será la excepción, como lo muestra la baja de -3.8% que experimentó la demanda global de energía en el primer trimestre del año, y de hecho, las estimaciones predicen que para todo 2020 la caída podría llegar a ser del orden del -6% (la más baja en 70 años en términos relativos), aunque en algunos casos como Estados Unidos y la Unión Europea la caída podría ser del orden de -10 por ciento.[2] Sin temor a equivocarme, las nuevas circunstancias derivadas de la crisis sanitaria nos obliga a hacer una revisión y replantamiento en algunos aspectos de la política energética en nuestro país en el mediano y largo plazo.
Ante este escenario, toma auge nuevamente la vieja demanda de la sociedad, de gobiernos y de la comunidad internacional de transitar de una matriz que supone el uso masivo de fuentes de energía fósiles hacia otra en la que predominan las fuentes de energía renovable en conjunto con acciones de eficiencia energética. Para lo anterior, es necesario rediseñar y acelerar de manera responsable, gradual y ordenada la transición energética dado que no podemos soslayar el hecho de que los combustibles fósiles (principalmente petróleo y gas natural) son la fuente de energía más utilizada en la actualidad y seguirán siéndolo por los próximos 20 años.[3]
Bajo esta perspectiva, el gas natural juega un papel central para dicha transición ya que diferentes estudios han señalado que constituye una fuente primaria de energía abundante y competitiva que permite la sustitución del carbón y de otros hidrocarburos que durante su combustión generan volúmenes considerables de emisiones contaminantes y dióxido de carbono.[4] Además, no solo por razones de competitividad y sustentabilidad debemos apostar al gas natural como el vehículo idóneo para la transición energética, sino también por razones de soberanía energética. El gas natural debe verse desde un enfoque geopolítico y no desde un enfoque exclusivo de rentabilidad.
La gráfica siguiente muestra el grado de dependencia de diversos países del suministro de gas natural. Como se puede observar, México se encuentra en un nivel de dependencia similar a países que no tienen reservas ni recursos prospectivos de gas pese a que contamos con esta riqueza a diferencia de ellos. [5] Actualmente, México importa alrededor del 70% del gas natural que necesita, porcentaje mucho menor al de países como Japón, Italia, España, Francia o Corea del Sur, dado que estos países importan más del 90% de su consumo.
No obstante, aunque sea paradójico, a pesar de que estos países importan la mayor parte del gas natural que requieren, no todos ellos son igual de vulnerables que México ante un cambio inesperado de política exterior o de un shock internacional de la industria. Esto se debe a que toda la importación de gas natural de México depende prácticamente de un solo país: Estados Unidos. Con un IHH de 0.9, existe evidencia para decir que estamos frente a un monopolio en el suministro de gas natural estadounidense,[6] el cual se importa principalmente por ductos (la mayoría concentrados en el sur de Texas) y por Gas Natural Licuado (NGL) (su principal punto de importación es el puerto de Altamira en Tamaulipas).
Asimismo, a pesar de la caída sin precedentes de la demanda de energía durante la pandemia y sus efectos en el corto y mediano plazo, las estimaciones sugieren que se seguirá ampliando la brecha entre producción y demanda de gas natural en México.[7] Dicho de otra manera, en los últimos 25 años, el PIB ha promediado una tasa anual de crecimiento de 2.4%, mientras que la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica lo ha hecho a una tasa anual de 4.8 por ciento.
Si queremos proyectar el crecimiento de la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, ésta crece al doble de lo que lo hace la economía por lo que tendría que estar creciendo por encima del 5% anual a partir de 2022. Sin embargo, dada la crisis económica global que se avecina derivado de la pandemia de enfermedad por COVID-19, sabemos que lo anterior no será posible, pero para reactivar la economía en el corto y mediano plazo, sí se requiere de una política que incentive la exploración, la extracción y la transformación industrial de gas natural, y por consecuencia el desarrollo y fortalecimiento de cadenas de proveeduría de bienes y servicios nacionales lo que eventualmente podría ser el ancla de la recuperación del sector energético.[8]
Por último, es importante considerar los efectos que podríamos tener si hubiese un desabasto de gas natural a causa de un shock externo o por un nuevo escenario geopolítico de alcance internacional o de algún desastre natural, por nombrar algún factor.
Un ejemplo de lo anterior fue lo sucedido entre enero de 2012 y junio de 2013 donde se presentaron 35 alertas críticas en territorio nacional por falta de gas natural. Dos terceras partes de estas alertas se sucedieron en el segundo trimestre de 2013. Esto generó que Pemex restringiera las cantidades de gas natural utilizadas por el sector manufacturero y, con base en esta información, el Banco de México (Banxico)[9] construyó un «índice de desabasto” que muestra el porcentaje de gas natural que fue restringido. Con este índice, Banxico cuantificó el efecto del desabasto de gas natural sobre el sector manufacturero y el PIB nacional y encontró que el desabasto de gas natural redujo la tasa anual de crecimiento del PIB en 0.28 puntos porcentuales en el segundo trimestre de 2013.
Lo anterior nos da una idea de la magnitud del impacto social que podría tener un desabasto de gas natural en el país a raíz de eventos inesperados. Entonces, por el impacto económico; los beneficios para la transición; en eficiencia y de soberanía energética, estoy convencido que debemos discutir la pertinencia y viabilidad de incluir en la agenda de la política nacional energética elementos que permitan construir una política de extracción de gas integral y viable que, en su momento, necesariamente tendrá que pasar por una revisión ante marco regulatorio correspondiente.
* El autor es Jefe de la Unidad de Contenido Nacional y Sector Energético, de la Secretaría de Economía. Doctor en Economía por la Universidad de Essex, Inglaterra, Maestro en Economía por el CIDE y Licenciado en Economía por la UNAM. Ha sido Consultor para varios organismos internacionales entre los que destacan OCDE, BID, ONU CEPAL, SIECA y la UNCTAD.
[1] Fondo Monetario Internacional. (2020). “Perspectivas de la Economía Mundial”. Consultado el 12 mayo 2020, de FMI. Sitio web: https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2020/04/14/weo-april-2020.Asimismo, es importante recordar que el precio de la mezcla mexicana (MME) de petróleo llegó a tener un precio negativo de -2.37 dólares por barril el 20 de abril de 2020. Véase Banco de México: https://www.banxico.org.mx/apps/gc/precios-spot-del-petroleo-gra.html
[2] International Energy Agency. (2020). “Global Energy Review 2020”. Consultado e 10 de mayo 2020, de IEA Sitio web: https://www.iea.org/reports/global-energy-review-2020
[3] Véase International Energy Outlook 2017.
[4] Comisión Nacional de Hidrocarburos. (2020). “El sector del Gas Natural: Algunas propuestas para el desarrollo de la Industria Nacional”. Consultado el 9 de mayo 2020, de Gobierno de México Sitio web: https://www.gob.mx/cnh/es/documentos/el-sector-del-gas-natural-algunas-propuestas-para-el-desarrollo-de-la-industria-nacional?state=published
[5] La CNH ha señalado que, si bien es cierto que la cifra actual de reservas con la que cuenta el país no es relevante en el contexto global, el panorama es diametralmente distinto si se considera el potencial de los recursos prospectivos, sobre todo los no convencionales, que se encuentran en las provincias de Sabinas, Burro-Picachos, Burgos y Tampico-Misantla, y los convencionales en el Golfo de México Profundo. Comisión Nacional de Hidrocarburos. (2020). “El sector del Gas Natural: Algunas propuestas para el desarrollo de la Industria Nacional”. Consultado el 9 de mayo 2020, de Gobierno de México Sitio web: https://www.gob.mx/cnh/es/documentos/el-sector-del-gas-natural-algunas-propuestas-para-el-desarrollo-de-la-industria-nacional?state=published
[6] Irlanda, Finlandia, Polonia, Suecia y Estonia son algunos ejemplos de países que se encuentran en una situación crítica como la de México, pero a diferencia de ellos, el país sí cuenta con reservas y recursos prospectivos que lo colocan en una condición de privilegio que no está siendo aprovechada, ya que en 2018, el 96.6% de sus importaciones de gas natural provinieron de Estados Unidos y el restante 3.4% de Perú, Nigeria, Indonesia y Trinidad y Tobago.
[7] Con base en información del Sistema de Información Energética y el documento “Proyecciones con crecimiento de PIB del 4% en 2024 y Plan de Negocios de Pemex 2019-2023”, de SENER, estimamos que el nivel de producción e importación actual de gas natural no alcanzará a cubrir la demanda que se necesitaría para cubrir ese nivel de crecimiento.
[8] En 2018 el principal destino del gas natural fue hacia el sector eléctrico (51.4%), petróleo (24.9%) e industrial (21.9%). Instituto Mexicano del Petróleo. (2020). Balance de Gas Natural Seco. consultado 11 mayo 2020, de Sistema de Información Energética. ENER Sitio web: ttp://sie.energia.gob.mx/bdiController.do?action=cuadro&cvecua=BGNAT_PSP
[9] Alcaraz, Carlo y Villalvazo, Sergio. 2016. The Effect of Natural Gas Shortages on the Mexican Economy. Documento de Trabajo, N° 2016-10. Banco de México.