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Una nueva era de energía requiere una transición educativa

Por Luis Vielma Lobo (*)

Una de las principales conclusiones en el reciente encuentro denominado COP26 que se realizó en Glasgow, Escocia, tiene que ver con la caída que se avecina para la demanda de combustibles fósiles con base en los acuerdos establecidos que buscan dar un verdadero giro en el tipo de energía utilizada, para lograr los objetivos de cero emisiones, planteados por los países firmantes. Una vez más se crea un compromiso de aquellas naciones que generan la mayor cantidad de contaminantes, para frenar la demanda de combustibles fósiles.

Otra conclusión importante de la COP26 señala que la mitad de los activos de combustibles fósiles del mundo podrían perder su valor en quince años, a medida que los países realicen la transición acordada hacia las energías renovables, con sustento en los planes de descarbonización. El carbono se encuentra en la mayoría de los gases que causan el efecto invernadero, y los principales países productores y consumidores de fósiles del mundo incrementarán los esfuerzos para seguir reduciendo sus emisiones, las cuales dependerán en gran medida de las importaciones de energía de China, India, Japón, Estados Unidos y la Unión Europea.

Pero esta transición energética está tocando la globalidad de los factores culturales que han sido el sustento de la realidad que vivimos. Los combustibles fósiles han sido, desde finales del siglo XIX, la base del crecimiento de grandes cambios y avances de la humanidad. La ciencia y la educación han jugado un rol primordial en este camino de progreso y una vez más se encuentran en el borde de una nueva era, la cual podría marcar un nuevo comienzo en muchas áreas relacionadas con la energía, principalmente aquellas asociadas a las ciencias de la tierra, geociencias e ingeniería petrolera. Es así como la Academia también viene analizando los cambios en este entorno y lo que representa en los futuros programas de educación para las nuevas generaciones, siempre tomando en consideración los requerimientos de la industria, la cual ya está migrando del petróleo y gas hacia la energía en general, tal como lo escuchamos en la voz de sus líderes y principales voceros.

En los últimos años han surgido importantes cuestionamientos a las instituciones de educación superior, alrededor de su visión de los programas y contenidos en las escuelas de ciencias de la tierra, las cuales dictan estas carreras profesionales, y que cada día han avanzado más hacia la especialización de sus estudiantes, profundizando en algunos  temas específicos de la profesión, reduciendo la amplitud de conocimientos de la ingeniería a los sistemas básicos que se enseñan en los dos primeros años de estudios de las carreras. Esta tendencia ha incrementado el egreso de profesionistas que saben mucho de su especialidad, pero mucho menos de su entorno, lo cual condiciona y minimiza lo que ocurre en el mundo profesional.  

La industria del petróleo y el gas siempre ha sido un eje impulsor en las universidades para que estas adapten los programas a sus necesidades. Con ello buscan contratar el talento disponible en el mercado con las competencias requeridas, el cual se ha venido acrecentando, producto de su vulnerabilidad, de las adquisiciones y alianzas y, en muchos casos, de los cambios en la visión de algunas empresas nacionales, alineados más a ideologías políticas, que a estrategias de crecimiento y competitividad en función de las exigencias de los clientes. Estos hechos han ocasionado la salida de muchos profesionales, aun en edades productivas, los cuales conforman la base de recursos que les permiten a las empresas ser contratadas, para así responder a esta ola de crecimiento post pandemia, y para la preparación eficaz hacia la transición energética.

No existe aún claridad acerca del tipo de profesional que la industria de la energía requiere, por ello la importancia de generar un proceso de “transición educativa”, pues no se pueden cambiar radicalmente los programas de las escuelas de ciencias de la tierra, aunque se pueden ir adaptando, para extender el conocimiento y fortalecer la preparación de los estudiantes en los procesos asociados al transporte, distribución y almacenamiento de petróleo y gas (midstream), así como los fundamentos principales de la refinación y petroquímica (downstream), ampliando de esta manera la visión, y las competencias de los estudiantes, futuros profesionales.

(*) Luis Vielma Lobo, es Director General de CBMX Servicios de Ingeniería Petrolera, presidente de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios Petroleros, AMESPAC; colaborador de opinión en varios medios especializados en energía y autor de varios libros.

Para leer la columna completa, consulte la próxima edición de Global Energy.

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