Luis Vielma Lobo (*)
Recientemente los medios de comunicación y redes sociales han traído al escenario público el tema Zama, un descubrimiento hecho por un consorcio operativo, en el bloque 7, uno de los bloques ofertados por SENER y la CNH en el año 2015, y que representa el primer caso de unificación de yacimientos para México.
Desde su descubrimiento y luego de que el consorcio lo hiciera público, se ha seguido con el plan de trabajo aprobado por la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH). El desarrollo de este yacimiento es de gran importancia para el país, no solo por lo que representa en términos económicos, también por su impacto social en términos de la creación de empleos, consecuencia de la actividad que detonará la perforación de pozos adicionales y la construcción de instalaciones e infraestructura, lo cual promoverá una buena imagen para México, tanto por los resultados del descubrimiento -más de 1,500 millones de barriles-, como el desarrollo de la actividad dentro de las normas institucionales establecidas en los contratos firmados por el Estado.
Es importante recordar que el bloque 7 fue ganado por el consorcio conformado por Sierra Oil, empresa mexicana, Talos Energy, empresa norteamericana y Premier Oil, empresa británica, quienes hicieron la mejor oferta en la primera licitación de La Ronda I, superando a otras 5 empresas, logrando así el contrato del bloque en un proceso donde compitieron compañías de todo el mundo.
La oferta hecha al Estado Mexicano bajo esquemas de producción compartida (Modalidad contractual seleccionada por el Estado) fue de 68.99% y, al agregar los pagos de impuestos, regalías y otras cargas fiscales, se convierte en un aporte superior al 80% para el país. Las inversiones hechas por el consorcio para estudios sísmicos, geológicos, perforación y pruebas del pozo exploratorio, así como 4 pozos adicionales con estudios para definir la dimensión de la estructura, superan los 300 millones de dólares, y las inversiones totales programadas para el desarrollo del campo, superan los 3,000 millones de dólares.
Los resultados obtenidos con esta información permitieron al consorcio determinar que la estructura descubierta se extiende a un área conexa asignada a Pemex, hecho que fue notificado a la SENER, CNH y Pemex, a fin de llamar la atención de la empresa nacional, para proceder con su plan de perforación y evaluación, a fin de confirmar la existencia de la estructura y la potencial unificación del yacimiento común, hecho inédito en el país.
No obstante, después de casi un año del descubrimiento, Pemex no ha perforado un pozo en el área conexa, que permita probar la extensión del yacimiento determinada por el consorcio, y si efectivamente tiene la continuidad en la asignación de Pemex, para considerarse una misma unidad hidráulica. Para continuar con sus actividades, el año pasado, se logró un acuerdo preliminar de pre-unificación del yacimiento con Pemex – con la aprobación de la Sener y la CNH – una vez se perfore y evalúe el pozo exploratorio de su asignación. El consorcio preparó su plan de desarrollo y un plan de actividades que busca disponer la primera gota de aceite en plataforma a principios del año 2023, y considera una inversión superior a los 3,000 millones de dólares.
El proceso ha sido afectado recientemente por la publicación de información que señala que Pemex considera que debe ser el operador de este nuevo campo, con base en su experiencia en aguas someras, cuando aún no ha perforado el pozo exploratorio, y mucho menos completado el proceso de unificación. Ya el tema se ha extendido y se están dando cualquier tipo de lecturas a la información inicialmente publicada. Esto evidentemente ha levantado preocupaciones en las empresas del consorcio, también ya ha llegado a nivel de instituciones de la unión americana y de instancias políticas, incluyendo la embajada de los Estados Unidos en México y el SEC (Security Exchange Commission).
Por estas razones, es importante que, tanto los representantes del consorcio, como los representantes de Pemex comiencen las discusiones o reuniones partiendo de los aspectos técnicos; el intercambio de información entre la empresa nacional y el consorcio es toral para avanzar en la definición de la unificación. No es momento para fijar posiciones de ningún lado, es momento para entender situaciones y aquí los técnicos llevan la estafeta. Pemex debe entender la dimensión del descubrimiento, la extensión de la estructura y dónde se encuentra en el lado de la asignación que les corresponde. Eso les puede ayudar a seleccionar la ubicación del pozo exploratorio y también a adelantar la perforación de éste.
El consorcio debe tener flexibilidad también para entender las necesidades de Pemex y buscar acuerdos que beneficien a ambas partes. La ubicación del campo cerca de las instalaciones de Pemex pudiera dar una ventaja para usarlas. Ello conllevará a un acuerdo específico para realizar esa operación diaria en la plataforma de producción que recibirá la producción cada día. El tema de quien será responsable de la operación tendrá su momento en el cronograma de ejecución del proyecto, una vez se haya avanzado en la definición de la distribución de reservas del yacimiento.
Pemex y el consorcio de empresas que descubrieron Zama están en el momento para convertir una amenaza en una gran oportunidad, utilizando los fundamentos y mejores prácticas de unificación de yacimientos existentes a nivel mundial, para el desarrollo y producción de yacimientos compartidos, evitando así especulaciones y lecturas que en nada contribuyen con la intención del gobierno de impulsar el desarrollo de las actividades de las empresas privadas, que poseen contratos obtenidos legalmente en procesos de licitación realizados en años anteriores.
(*) Luis Vielma Lobo, es Director General de CBM Ingeniería Exploración y Producción y presidente de la Fundación Chapopote, miembro del Colegio de Ingenieros de México, Vicepresidente de Relaciones Internacionales de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios, AMESPAC, colaborador de opinión en varios medios especializados en energía, conferencista invitado en eventos nacionales e internacionales del sector energético y autor de las novelas “Chapopote, Ficción histórica del petróleo en México” (2016) y “Argentum: vida y muerte tras las minas” (2019).