Luis Vielma Lobo (*)
Cerramos un primer mes del año difícil para el país. El repunte de este virus indomable y su vertiginoso nivel de contagio, la triste realidad de las vacunas, y el empeño del gobierno de volver a las prácticas monopólicas que parecían superadas, llenaron la agenda diaria y las columnas de los medios.
Continúan el juego político y el enfrentamiento marcando la pauta del país en momentos en los cuales necesitamos más balance, más equilibrio social, más armonía. Pareciera que nos empeñamos en apostar a que este gobierno falle. Nos cuesta entender que si falla el gobierno falla el país, fallamos todos. Nos cuesta asimilar que más que un país somos una Nación, y como tal debemos remar todos hacia el mismo norte. Pero el líder de este equipo debe asumir su rol de liderazgo para todos los ciudadanos, no solo para sus partidarios sino para la Nación entera. Es allí donde debe comenzar el cambio de tendencia; por ello -por arriba de todo- la armonía es tan necesaria en estos momentos.
Hay temas de geopolítica que demandan un comportamiento de Nación grande, de liderazgo estadista. Hay temas globales que impactan a nuestro país, principalmente en las áreas de salud y energía, y debe dársele prioridad a su manejo y administración, porque al final todos somos afectados en lo económico y en lo ambiental, entre muchos otros aspectos, y eso tiene consecuencias en la vida diaria de cada ciudadano.
El asunto de la salud es hoy el principal tema de discusión de la agenda mundial. Los países afectados luchan tenazmente para detener el repunte de la pandemia, y los ciudadanos se desesperan al no poder llevar una vida normal, definida en términos de la cotidianidad que solíamos vivir. Después de un extraordinario avance de la ciencia para desarrollar una vacuna que permitirá controlar el virus, ahora se enfrenta un nuevo reto para producirla en las cantidades extraordinarias que la sociedad necesita. La realidad es que la demanda ha superado las capacidades de los diferentes laboratorios y de las empresas farmacéuticas que han logrado disponer de ella, y aún no tienen esa respuesta.
Pero la pandemia también ha superado, en muchos países, la capacidad de liderazgo de quienes son los responsables de controlarla. Más ocupados de la percepción política que, de la realidad social y sanitaria, en estos países el número de infectados y fallecidos han repuntado con características impresionantes, estableciendo una lamentable marca de referencia.
En el ámbito energético la industria de los hidrocarburos trata de recuperar su ritmo para iniciar un ciclo consistente, y ello está directamente atado a la demanda, la cual responde al mercado, que a su vez responde a las realidades de la economía de los países; y mientras no se domine la pandemia será muy difícil para dicha industria reencontrar los niveles de producción que tenía antes del año 2020. Otro asunto que también enfrenta es la imagen de industria contaminante acentuada durante la pandemia. El calentamiento global se encuentra en niveles preocupantes. El 2020 se encuentra entre los tres años más calientes de esta era y ello ha ocasionado que cada día se dificulte más la actividad normal, pues la calidad del aire afecta nuestra respiración, nuestra salud.
No obstante, seguimos trabados en una discusión bizantina sobre la necesidad de seguir fortaleciendo el desarrollo de las energías alternas: solar, eólica, de biocombustibles; en fin, todo lo que desde hace varios años viene desarrollando México para responder a sus necesidades de crecimiento. Cuando creíamos superadas esas discusiones y se había establecido una ley y una regulación efectiva y eficaz para atraer la inversión privada -como se hace en la mayoría de los países- entonces nos sorprende un frenazo en tales iniciativas y luego un cambio en la dirección que se tenía. Independientemente del fallo de la Suprema Corte sobre el tema, se insiste con una ley, la cual provoca incertidumbre y zozobra en la comunidad internacional, con un impacto en la imagen país y la potencialidad de enfrentar demandas internacionales.
Nos preguntamos si vale la pena insistir en este tema, con la sola justificación de proteger la empresa nacional responsable de la generación y distribución de la mayor parte de la energía eléctrica que el país produce y utiliza: la CFE. Y nos hacemos la pregunta porque la tendencia, en la mayoría de los países, es que el gobierno vaya de la mano con el sector privado en el desarrollo de nuevas fuentes de energía, adecuando las leyes, el componente fiscal y la regulación correspondiente para tejer un entramado institucional que asegure la transparencia y eficiencia del sector.
Elegir como prioridad la utilización de petrolíferos para la generación eléctrica es aceptable solo si no existe ninguna otra opción de ciclos combinados que den entrada al gas natural. No obstante, el país ha venido transitando hacia el uso de energías alternas que son más eficientes y no contaminantes, aunque más costosas en la generación del kilovatio, reconociendo que cada año, la investigación y avance de tecnologías han venido reduciendo los costos. Lo deseable es estimular la participación de más empresas y crear un mercado competitivo que le permita a la CFE seleccionar los socios más eficientes para que le ayuden en el desarrollo de energía más competitiva y le permita transferir las competencias necesarias para seguir adelante y así beneficiarse y -en consecuencia- beneficiar al país.
Debemos separar los componentes de este coctel y tratar cada uno de sus ingredientes en recipientes distintos y apropiados, lejos de los temas políticos, para evitar una mezcla explosiva de consecuencias que pueden resultar imponderables.
(*) Luis Vielma Lobo, es Director General de CBMX Servicios de Ingeniería Petrolera, Director del Centro Integral de Desarrollo del Talento (CIDT) y presidente de la Fundación Chapopote, miembro del Colegio de Ingenieros Petroleros de México, Vicepresidente de Relaciones Internacionales de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios, AMESPAC, colaborador de opinión en varios medios especializados en energía, conferencista invitado en eventos nacionales e internacionales del sector energético y autor de las novelas “Chapopote, Ficción histórica del petróleo en México” (2016) y “Argentum: vida y muerte tras las minas” (2019).