Por Miriam Grunstein
En México vivimos patas arriba. No podemos escoger quién nos brinda el servicio eléctrico, cosa que sucede en todos lados, pero ayer, un puñado de paisanos, salieron a votar por unos jueces, cosa que sólo se ha hecho aquí.
O sea, cada vez nuestras elecciones energéticas son menos abiertas, mientras que se entregaron 9 boletas con decenas de nombres, para ocupar puestos en el poder judicial. Yo preferiría escoger mi suministrador de luz que a un juez. Y menos si, aun cuando soy parte del foro jurídico, no conocía a casi ningún candidato.
Qué contraste más extraño. Por una reforma constitucional, los consumidores de energéticos en México tendremos melón y/o sandía y ni siquiera de los más dulces. A decir verdad. En cuanto a servicio se refiere, como usuaria final, más culpa de mis excreciones biliares tiene CFE que Pemex. Durante la reforma de Peña Nieto, fui catadora de gasolinas y la de Pemex no se quedó atrás en la degustación, seguramente porque era la empresa de todos los mexicanos la que suministraba a las demás marcas. Como sea, era lindo “simular” que había de dónde escoger.
Las “elecciones” del 1 de junio pretendían también ser una gran simulación democrática, pero esta vez a nadie engañaron. A estas horas del día siguiente, los votos nulos llevan la delantera con un registro de 5.1, superando aquellos por los candidatos con mayor liderazgo a la Suprema Corre. Esto es, los votos de Batres y Esquivel juntas no superan los votos nulos. El mensaje es claro: los mexicanos no querían elegir a sus juzgadores. Y sospecho que la elección del poder judicial tampoco tenía como fin auténtico la democratización de éste.
¿Será que a los mexicanos no nos gusta elegir? En este país tenemos un monopolio hasta del pan de caja. Y es que escoger es trabajoso, pues debemos comparar y sopesar opciones y asumir las consecuencias que sean. Yo no salí a votar por los jueces porque no conocía a los candidatos, ni considero que sea mi responsabilidad directa dar mi voto a un juez porque me parece inconveniente que quiera ganar mis simpatías o las de cualquier otra persona.
¿De energéticos hablamos? Creo que no hay mexicano que conozca un mercado abierto y nos hemos pasado la vida, salvo por unos años, complacientes ante la falta de calidad en el servicio. Y, como la Constitución y las leyes nos imponen a CFE y a Pemex como proveedores, renunciamos tanto a cualquier reclamo como responsabilidad. No será nuestra elección, ni responsabilidad, si sucediera una crisis energética en México, pues no hemos participado conscientemente en la elección del modelo, por mucho que se diga que hoy, por hoy, Pemex y CFE nunca han sido tan nuestros, cuando lo verdaderamente nuestro es no elegir.