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Lecciones de China para el desarrollo tecnológico en México

Por Luis Vielma Lobo
Ejecutivo con más de 40 años de experiencia en la industria, director de varias empresas y presidente de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios (AMESPAC).

Recientemente hemos observado la forma vertiginosa como se viene desarrollando el tema de la Inteligencia Artificial (IA) en sus diferentes formas y el impacto que tiene en las organizaciones y los negocios, siendo esto solo el comienzo. Es momento para reflexionar sobre los cambios tecnológicos que han venido sucediendo a través del tiempo y de manera acelerada en los últimos veinte años, especialmente en las áreas de las comunicaciones y la robotización. Entender estos avances y cómo aprovechar sus beneficios es crítico para los países, empresas y la sociedad en general.

Tomar ventaja de ello ha sido muy bien entendido e internalizado por China, gracias a un gobierno que mantiene su economía y la toma de decisiones centralizadas, observando desde diferentes ángulos las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías y desarrollando adecuadamente las estrategias para convertir tales circunstancias en mejoras en la calidad de vida para su población.

Con esa lectura, y su oportuno entendimiento, esa nación ha evolucionado de las manos de tecnologías creadas principalmente por empresas privadas norteamericanas, desarrollando capacidades y competencias en la cadena de valor tecnológica que no parecieran importantes, pero que sin ellas, el ciclo tecnológico no se puede concluir, dejando invenciones en el aire y sin poder materializar su acceso al mercado, razón principal de cualquier innovación: capturar valor para quienes han invertido creatividad, imaginación, tiempo y capital en su creación.

El entendimiento de esta cadena de valor del ciclo tecnológico, desde el año 2007 cuando la empresa Apple comenzó a fabricar el teléfono iPhone en China, ha hecho posible a ese país desarrollar estrategias para asegurar cada día una mayor participación en una amplia oferta de nuevas tecnologías.  Steve Jobs en su primer viaje a dicho país fue a buscar opciones para masificar la producción de esos primeros aparatos, teniendo en cuenta que para la época China era conocida por su mano de obra barata.

En ese momento, las empresas chinas demostraron a Apple esa capacidad para fabricar en serie, y de esta manera acelerar el ensamblaje de estos. Los componentes internos del iPhone eran traídos desde Estados Unidos, de modo que su contribución en esos primeros años se limitó a ensamblar estos componentes en algunas de sus fábricas, lo que equivalía a menos del cuatro por ciento del valor agregado en el proceso.

Diez años después, en 2018, cuando se dio a conocer el iPhone X, la situación en China había cambiado de manera importante, pues las empresas estaban produciendo muchos de los componentes clave de los iPhone, incluyendo piezas acústicas, módulos de carga y paquetes de baterías. Estas empresas podían producir más y mejores productos que sus competidores asiáticos y europeos, gracias al dominio adquirido de esas tecnologías, lo cual representó en ese momento un incremento del 4% inicial, al 25% del valor agregado en estos dispositivos.

A pesar de las contribuciones relativamente modestas a la investigación y la innovación científica, China ha aprovechado muy bien sus conocimientos acerca de los procesos y la capacidad de establecer nuevas empresas para competir más allá de los Estados Unidos en una expansión estratégica.

En la mayoría de los productos manufacturados, las empresas del país asiático han pasado de ensamblar componentes hechos en el extranjero a producir los desarrollados por ellos, y hoy en día están a la vanguardia de tecnologías emergentes como la inteligencia artificial. Estas realidades desafían los conceptos y creencias de que el liderazgo científico inevitablemente se traduce en liderazgo industrial.

Para los Estados Unidos la evolución de China dentro del mosaico tecnológico mundial ha traído lecciones cruciales. A diferencia de lo que ocurre en Occidente, esta nación ha enfocado su sector tecnológico en la tarea supuestamente menos atractiva de la cadena: mejorar las capacidades de fabricación, un eslabón perdido en el proceso tecnológico en la Unión Americana, donde sus universidades se han dedicado a preparar a los jóvenes para pensar, crear y desarrollar ciencia avanzada que permita imaginar e innovar, y no necesariamente en áreas técnicas de manufactura, lo cual, de acuerdo a la visión de estas instituciones, no requieren de un profundo conocimiento de las disciplinas científicas.

La lectura adecuada de la experiencia china podría ser un parteaguas de cara al futuro de México, sobre todo ahora que se viene hablando de los conceptos de nearshoring. Habría que aprovechar la debilidad de Estados Unidos con relación a su mano de obra, de la cual no cuenta en la actualidad y posiblemente no la tendrán en el futuro cercano, a menos que tomen muy en serio el desafío en el cual se ha convertido el desarrollo de China, en la denominada cadena de valor del ciclo tecnológico”.

La Secretaría de Economía, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), y el Instituto Mexicano del Petróleo, IMP, deben ser los entes rectores para sentar las bases que favorezcan el desarrollo de dicho ciclo tecnológico en diferentes áreas, y aprovechar el contexto y las circunstancias que permitan al país posicionarse como el aliado natural que tiene y necesita el vecino del norte.

México debe aprovechar el acuerdo comercial T-MEC, y las cláusulas de contenido nacional existentes en los contratos firmados con las empresas que operan en el país, para potenciar estas iniciativas. Negociar con las empresas tecnológicas estadounidenses para que aprovechen la mano de obra mexicana, tal y como lo hicieron con China hace más de tres lustros, a fin de llevar innovaciones a gran escala y construir productos de manera más eficiente se convierte hoy en un gran reto.

Metafóricamente hablando pudiéramos decir que en lugar de contar con las remesas de dinero enviadas desde Estados Unidos por los mexicanos que salieron a buscar una mejor calidad de vida, estas pudieran generarse aquí en México, para beneficio de la economía y el desarrollo técnico y profesional de tantos jóvenes que desean crecer y salir adelante, sin tener que abandonar el país por falta de oportunidades.

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