Por: Miriam Grunstein
No seré una viuda doliente de los órganos reguladores, al menos no por ahora. Las leyes secundarias aún están por salir. Ya se sabe que, al menos en energía, la Comisión Reguladora de Energía y la Comisión Nacional de Hidrocarburos quedarán en la panza, o en el corazón, según quiera verse, de la Secretaría de Energía . Podría ser como órganos desconcentrados, como jefaturas de unidad o encogidos a direcciones generales. De hecho, podrían fusionarse en un solo cuerpo.
Ahora que van de vuelta a sus orígenes, pues la CNH y la CRE vienen de un parto cesárea de SENER, ¿qué podría perder la industria? Institucionalmente, desde hace 6 años, ambos órganos ni ejercían su autonomía ni gozaban de independencia alguna. Y justo ahí es donde todos perdemos la brújula; porque autonomía e independencia no son lo mismo, aunque son conceptos interdependientes.
Mientras la autonomía consiste en regirse por sus propios normas y órganos de gobierno, la independencia tiene que ver con la falta de intervención de terceros en el ejercicio de esa autonomía. Por lo tanto, si en las leyes secundarias los reguladores tienen un órgano de gobierno, y facultades propias que ejercer, y terceros no intervienen en la toma de decisiones, habrá poco que lamentar. De hecho, será incluso un avance de lo que existe ahora. En su estado actual, es mejor que la CRE desaparezca al haberse convertido en una caja negra al servicio de intereses también ignotos.
Esa es una posibilidad, pero también existe la otra: que vayan de vuelta al útero a alimentarse de las decisiones de la madre, que no tengan vida propia fuera de ella. Si así fuera, pues entonces estarán bajo el control y mando de la Secretaría, la cual asimismo estará bajo las órdenes de alguien más, que podría ser la presidenta Sheinbaum o quienes pudieran influir sobre ella. Si ni siquiera tenemos claridad sobre el grado de independencia de nuestra presidenta, menos sabremos hasta qué grado podrán tomar decisiones los órganos de regulación. A estas alturas, toda predicción es especulativa.
Hoy se congregan las plañideras en torno a las sepulturas de los órganos reguladores de energía pero, desde que nacieron, no recuerdo que alguien, incluso sus mismos integrantes, hayan entendido cabalmente su razón de ser, en particular en el caso de la CRE, que parecía bailar al son que le tocara el gobierno que fuera, con notables excepciones. Cuando Fox ordenó que la CRE controlara el precio del gas para los industriales del noreste, la CRE lo hizo sin rechistar.
Durante la época de Calderón, sin embargo, recuerdo gratamente momentos de resistencia cuando Francisco Salazar se opuso a las veleidades de Jordy Herrera, un Secretario de Energía con Pemex, que no México, en la piel. Jordy quería la industria del gas para Pemex y Paco se le enfrentó, ¿Acaso piensan que el estatismo inició en el sexenio pasado? Si es así, es porque no han visto las temporadas completas de EnergyFlix, región 4.
La CRE y la CNH de Peña se dedicaron en cuerpo y alma a la implementación de la reforma de 2013, lo cual podría ser visto positivamente por quienes la aplaudieron incondicionalmente. Para quienes la contemplábamos desde lentes más críticos, y no participábamos de tal euforia, hubiéramos preferido reguladores más independientes. Salvo Edgar Rangel, quien murió en el intento, los órganos de regulación siguieron la línea de tal reforma.
Tras décadas en el sector, no he sabido de órganos que, de forma impoluta, hayan ejercido su autonomía ni actuado con total independencia. Así que es impreciso tirarnos a la hoguera junto a sus cadáveres. Hoy que tenemos un gobierno que favorece al estado, se alinearán a los intereses del mismo. Mañana, si vuelve un gobierno más abierto, se alinearán también. Eso ya lo vivimos al tener un sector constitucional y legalmente cerrado antes de la reforma de 2013. No lloremos pues por la desaparición de órganos independientes en energía. La verdad es que nunca los hemos tenido.
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