Por Dr. Marcos Ávalos Bracho
Este artículo está elaborado estrictamente con opiniones a título personal y de ninguna manera refleja el punto de vista de la Secretaría de Economía.
Hace justo un mes la Secretaría de Economía, a través de la Unidad de Contenido Nacional, junto con el Programa de Energía del Fondo de Prosperidad de Reino Unido, llevamos a cabo un Seminario sobre opciones para fortalecer las cadenas de proveeduría del sector energético, en el cual se contó con la participación del destacado economista y Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, Dani Rodrik, quien nos habló sobre el “Futuro de la Globalización”; fenómeno sumamente relevante para hacer frente al COVID-19.
Entonces, a propósito de su presentación, en esta publicación quiero traer a la discusión la siguiente inquietud, ante la crisis actual ¿qué oportunidades nos puede traer el futuro de la globalización a las cadenas de valor?
El argumento de Rodrik es claro: la “hiperglobalización”[1] genera contradicciones internas y, al ser insostenible, socava el avance de la globalización, aquella que es el medio y no el fin en sí mismo. El fenómeno de la hiperglobalización comenzó a dar señales de insostenibilidad desde antes del gobierno de Trump y de la aparición del COVID-19. Tres esferas donde ha sido posible observar mayor evidencia de insostenibilidad es en razón de la economía, de justicia distributiva y de rendición de cuentas.
La insostenibilidad económica es que, por un lado, la globalización comercial lleva a los países a especializarse mientras que, contrapuesto, el crecimiento económico orienta a la diversificación. La razón por justicia distributiva es que los trabajadores con menos habilidades han sido los más vulnerables. Sin embargo, en nuestro país, la región sur —aún en crecimiento económico— ha sido la gran perdedora de la globalización. Finalmente, en cuanto a la rendición de cuentas; la globalización requiere de arreglos institucionales que armonicen tanto las barreras al comercio y reflejen los valores que representan el gobierno. Al respecto, la propuesta de Rodrik es aspirar hacia una globalización menos ambiciosa y más sana, pero ¿cómo lograrlo?
Su propuesta se desdobla en tres partes: i) Priorizar la reconstrucción de contratos sociales al interior. Es decir, con impuestos progresivos, políticas de mercado laboral que apoyen buenos trabajos, proteger la economía interna y cuidar las restricciones de inversión extranjera; ii) Reconstruir nuestras estrategias de desarrollo, a través del desarrollo industrial y políticas de inversión que apoyen la transformación económica y iii) Focalizarse en la gobernanza global donde las posibilidades económicas sean grandes. En ese sentido, Rodrik propone como positiva la regionalización de las cadenas de valor globales. Un proceso que ya venía sucediendo.
El nuevo tipo de globalización regional propuesto sugiere ser abordado con mayor seguridad global y mediante una integración responsable. Lo anterior no significa proteger la economía nacional de la globalización, sino que debería responder a cómo desarrollar nuestra propia economía siendo consistente con una economía abierta sin que dañe nuestras prioridades económicas y sociales. En ese sentido, ¿qué significa utilizar la globalización regional a nuestro favor?
Al igual que Rodrik, considero que las crisis económicas también traen consigo oportunidades para revertir de manera pronta y ordenada la situación. Es cierto que la hiperglobalización tuvo consecuencias ominosas en el sector energético para las cuales no estábamos listos y, con el paso del tiempo, nuestras vulnerabilidades se fueron recrudeciendo y la región sur y sureste del país no se benefició de este empuje. Sin embargo, esta pausa activa abre oportunidad para priorizar al interior una política industrial colaborativa que, por industria, encuentre puntos de coordinación para escalar.
Por ejemplo, la cadena de proveeduría de bienes y servicios de hidrocarburos podría inspirarse en la coordinación que existe entre los estados del norte del país para la fabricación de equipo aeroespacial y automotriz y promover la participación de otros estados, que podrían contribuir con la oferta de bienes y servicios relacionados para así ofrecer bienes y servicios con mayor valor agregado. Lo anterior contribuiría a fortalecer la participación de empresas mexicanas a las cadenas de proveeduría de los servicios de upstream, midstream y downstream y, al mismo tiempo, pensar de qué manera podría ésta internacionalizarse e incorporarse en aquellas cadenas de servicios estadounidenses y latinoamericanas.
Otro aspecto relevante para el fortalecimiento de las cadenas de valor en el sector energético es el empatar el conocimiento de centros de investigación y universidades con aquellas necesidades tecnológicas de la industria. Para ello se requiere de agenda, coordinación y compromisos vinculados a objetivos.
El COVID-19 representa una oportunidad enorme para llenar espacios de proveeduría en el sector energético que, por las políticas de distanciamiento, han dejado entrever vulnerabilidades logísticas. También es una oportunidad para aprovechar las herramientas digitales, que, sin quererlo, nos ha obligado a tomar pasos agigantados tanto en el gobierno como en las empresas, las escuelas y en nuevas formas de trabajo. Desde la trinchera del gobierno apelo a la promoción de la competencia, la vinculación académica-industrial y, sobre todo, a que se defiendan las condiciones para los trabajadores, la transferencia tecnológica y la economía interna.
Nota: Aprovecho este espacio para reconocer el trabajo de la Unidad de Inteligencia Económica Global por el lanzamiento del Proyecto Data México; una plataforma que integra y visualiza datos públicos, con el propósito de mejorar, a través de datos, las decisiones públicas para informar oportunidades económicas, industriales y comerciales. Considero que este esfuerzo es un parteaguas para la elaboración de mejores y más específicas políticas de fomento a la industria.
[1] Dani Rodrik define hiperglobalización como el fenómeno derivado de la intensificación de una agenda ambiciosa de liberalización y acuerdos comerciales que se extienden más allá de los límites tradicionales, afectan políticas nacionales y, por abrir sus mercados al comercio exterior e inversión, ocasionan una presión severa a las economías en desarrollo. Con ello, la globalización deja de ser un medio para convertirse en un fin en sí mismo (Rodrik, 2011).
* El Dr. Marcos Ávalos Bracho es Jefe de la Unidad de Contenido Nacional y Sector Energético de la Secretaría de Economía. Doctor en Economía por la Universidad de Essex, Inglaterra, Maestro en Economía por el CIDE y Licenciado en Economía por la UNAM. Ha sido Consultor para varios organismos internacionales, entre los que destacan OCDE, BID, ONU, CEPAL, SIECA y la UNCTAD.