Por Carlos García Fernández
Director de la Facultad de Estudios Globales en la Universidad Anáhuac México y miembro en el Centro Interdisciplinario Anáhuac de Energía y Sostenibilidad
Se dice que, en esta vida, no avanzar es retroceder. ¿Qué podríamos decir, a ese respecto, por cuanto a los resultados de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28), concluida en diciembre de 2023, sobre todo si se la valora bajo la óptica de justicia ambiental para el bien común global?
De conformidad con los registros existentes, 2023 se erige como el año más caluroso de la historia. Y es, en este punto, en el que es menester acudir a la ciencia, para que nos brinde las respuestas.
Como lo precisó el secretario general de la ONU, António Guterres, ante los delegados asistentes a Dubái: “la ciencia es clara: el límite de 1.5 º centígrados sólo es posible si, finalmente, paramos de quemar todos los combustibles fósiles. No reducir, no abatir. Eliminarlos, en un período de tiempo claro”, lo que fue acotado por el Dr. Sultán Al Jaber, presidente de la COP28, en el sentido de expresar su convicción, sin más, de producir “un plan que esté liderado por la ciencia”.
Por otra parte, frente a los equivocados posicionamientos extremistas que gustan de la polarización, en su Discurso a la COP28, in absentia, el Papa Francisco nos alertó por cuanto a que nuestras sociedades, “en su interior, se encuentran nefastamente divididas en “bandos”: catastrofistas o indiferentes, ambientalistas radicales o negacionistas climáticos. Es inútil que nos adentremos en estas formaciones; en este caso, como en la causa de la paz, no llevan a ninguna solución. El remedio es la buena política: si un ejemplo de concreción y cohesión viene del vértice, beneficiará a las bases, donde tantos, sobre todo jóvenes, ya están comprometidos con la promoción del cuidado de la casa común.”
La COP28, de Dubái.
A lo largo de dos semanas, del 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2023, la COP28 -en lo que alguien denominó: “el nuevo Davos para la transición energética”- se celebró en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, con la presencia de más de 100,000 personas, incluyendo 156 Jefes de Estado y de Gobierno (lamentablemente, el Presidente de México no participó), 22 líderes de organismos internacionales, más de 780 ministros o secretarios de Estado, 500 alcaldes, más de 50,000 estudiantes y miles de partes interesadas o grupos de interés, incluyendo congresistas, empresas, filántropos, sociedad civil e indígenas.
El “Consenso EAU” (“UAE Consensus”) de la COP28 sirvió de “hoja de ruta”, dado que su “corazón” es el primer “Balance Global” (“Global Stocktake” o “GST”), cuyo objetivo se centró en incrementar las ambiciones sobre adaptación climática, mitigación y mecanismos de implementación, a través de la “Agenda de Acción COP28”, misma que estuvo “centrada en una vía rápida para (lograr) una transición energética justa y ordenada, fijando el financiamiento climático, centrándose en la gente, la naturaleza, vidas y sustentos, e impulsando la inclusividad…”.
Un componente esencial del “Consenso EAU” es la decisión, bajo el “GST”, de evaluar el progreso, partiendo del Acuerdo de París, y establecer un plan para cerrar la brecha de su implementación para 2030.
Se hace un llamado a las Partes para abandonar los combustibles fósiles, triplicar las energías renovables y duplicar la eficiencia energética global, también para 2030. Asimismo, se reconoce la necesidad de topar las emisiones globales en el año 2025, al mismo tiempo que anima a los países a presentar Contribuciones Determinadas Nacionalmente. Además de ello, también contempla el reconocimiento de la urgente necesidad de escalar, a más del doble, el financiamiento para la adaptación, así como un claro llamado a los países para entregar sus Planes de Adaptación Nacional en 2025 e implementarlos en 2030. Por último, el “GST” toma ventaja de la coyuntura para construir un nuevo clima global por lo que hace a la arquitectura financiera, que apoye los objetivos climáticos después de 2025, a ser presentados en la COP29.
Respecto al mandato del Acuerdo de París de desarrollar una “Meta Global para la Adaptación”, la COP28 presentó el “Marco Emiratí para la Resiliencia Climática Global”.
Desde el primer día de la Conferencia, se adoptó el “Fondo para las Pérdidas y los Daños”, comprometido en la COP27, mismo que será depositado en el Banco Mundial por un periodo inicial de cuatro años, colocando recursos en favor de los países menos desarrollados. En tal sentido, 19 países comprometieron $792 millones de dólares para el Fondo.
Adicionalmente, la COP 28 movilizó más de $85 mil millones de dólares en financiamiento, incluyendo $3.5 mil millones para reponer el “Fondo para el Clima Verde” y casi $188 millones para el “Fondo de Adaptación”. En paralelo, se hizo el lanzamiento del fondo de inversión privado más grande del mundo para inversión climática, trayendo a la mesa a 52 compañías petroleras nacionales e internacionales, para acordar metas ambiciosas de descarbonización.
En la COP28, también, se presentaron dos programas más: el “Programa de Trabajo para una Transición Justa” y el “Programa de Mitigación”, a la par de la iniciativa para que las futuras presidencias de la COP nombren a un “Campeón del Clima de la Presidencia por la Juventud”.
Por último, bajo la “Agenda de Acción” se emitieron 11 compromisos y declaraciones, incluyendo, entre estas últimas, sobre salud y transformación de los sistemas alimentarios, así como otras concernientes a energía renovable y eficiencia energética, así como iniciativas ligadas a la descarbonización de industrias altamente contaminantes.
En suma, en el propio texto “Cop28. The UAE Consensus” que estamos sintetizando, se insiste en que, de cara a la COP29, en Azerbaiján (2024), y la COP30, en Brasil (2025), corresponde a las Partes comprometer su mayor ambición para el logro del “GST”. La COP 28 ha sido no la conclusión, sino el comienzo de una nueva era de acción climática acelerada. La prueba verdadera reside en que las Partes se aseguren de que todos y cada uno de los compromisos asumidos en esta Conferencia, se materialicen en realidades tangibles y medibles.
Diversos son los enfoques y las reacciones que se han producido a propósito de la COP28 y sus resultados.
Simon Stiell, secretario ejecutivo de la ONU para el Cambio Climático, en su discurso de clausura, puntualizó: “aunque en Dubái no hemos pasado página a la era de los combustibles fósiles, este resultado es el principio del fin. Ahora, todos los gobiernos y empresas deben convertir estos compromisos en resultados económicos reales, sin demora”.
Múltiples testimonios de jefes de Estado y de Gobierno, ministros, altos funcionarios de Naciones Unidas y de organismos internacionales, directores de agencias, representantes de empresas y filántropos, fueron recogidos en el texto “Cop28. The UAE Consensus; todos ellos, en mayor o menor medida, en reconocimiento a la labor realizada y a los positivos resultados obtenidos.
Sin embargo, por lo que hace a la temática financiera y como el comunicado de la ONU lo destaca: “como se puso de relieve en el “Balance Global”, estas promesas financieras están muy lejos de los billones que se necesitan para apoyar a los países en desarrollo en la transición hacia energías limpias, la aplicación de sus planes climáticos nacionales y los esfuerzos de adaptación. Para conseguir esta financiación, el “Balance Global” señala la importancia de reformar la arquitectura financiera multilateral y de acelerar el establecimiento de fuentes de financiación nuevas e innovadoras”.
En suma, considero que este esfuerzo sin precedentes, pese a sus imprecisiones, vaguedades en ciertos compromisos, flojedad en algunos textos, fallas y faltas de una respuesta precisa, comprometida y suficientemente financiada, con sentido de urgencia, va en la dirección correcta, y por el camino más conveniente y apropiado: el del multilateralismo, a la luz del compromiso ético por una justicia ambiental para el bien común global.
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