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Geopolítica de la transición energética


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Por Juan Arellanes
Académico de la Facultad de Estudios Globales y coordinador del Centro Interdisciplinario Anáhuac de Energía y Sostenibilidad de la Universidad Anáhuac México

La invasión rusa a Ucrania y la “guerra de los chips” entre China y EE.UU. ha dado un nuevo impulso a estos debates. El asunto es tan importante que uno de los mayores expertos internacionales, Chris Miller, ha dicho: “La fabricación de chips es el problema más fascinante y complejo de la historia de la humanidad”. La geopolítica de las energías renovables y la guerra de los chips son temas distintos, pero que inevitablemente se sobreponen.

La transición hacia una energía baja en carbono depende en gran medida de la tecnología, pero existen incertidumbres relacionadas con su adopción generalizada. Factores como el costo, la velocidad de adopción y la aceptación sociocultural del cambio limitan el alcance de la transición. Por otra parte, las alarmantes noticias sobre la aceleración del cambio climático deberían ser el principal incentivo para acelerar la transición.

Hay un problema central: casi todas las innovaciones tecnológicas para el desarrollo de energías renovables y alternativas energéticas bajas en carbono conllevan una creciente demanda de minerales y metales refinados. ¿Hay suficientes recursos? ¿Las cadenas de suministro son robustas y resilientes para tener disponibles estos materiales en cualquier lugar y en todo momento en que se requieran? ¿Qué consecuencias económicas, ambientales, culturales, geopolíticas y hasta militares puede provocar una demanda masiva y acelerada de materia prima crítica (critical material raw, o CMR, por sus siglas en inglés)?

En este artículo exploraremos algunas de las preocupaciones más importantes sobre estos cuestionamientos.

Primero debe abordarse el tema de la “criticidad”. Un material se considera crítico cuando cumple con dos características: a) su importancia económica y estratégica es significativa, y b) su acceso enfrenta una alta probabilidad de riesgo de suministro por factores económicos, geológicos, geopolíticos, técnicos, ambientales y sociales.

La transición energética, al menos a largo plazo, reducirá la demanda de hidrocarburos, pero en el corto plazo incrementará la demanda de materiales críticos, lo cual puede tener profundas implicaciones geopolíticas al intensificar la competencia internacional por estos materiales.

¿Qué materiales se consideran críticos? Los estados y empresas tienen distintos criterios para identificarlos, pero en las economías desarrolladas de Occidente empieza a formarse un consenso para incluir en este grupo a las tierras raras livianas (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio y gadolinio), las tierras raras pesadas (terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio, lutecio y ytrio), además de paladio, galio, germanio, magnesio, niobio, escandio, el grupo de los boratos, estroncio y grafito natural, entre otros más conocidos como litio, cobalto, cobre y níquel.

Las cadenas de suministro de estos materiales críticos están sometidas a las tensiones de una creciente rivalidad geopolítica, ya que no sólo son esenciales en sectores tan importantes como la energía renovable (energía eólica y paneles fotovoltaicos) y la movilidad eléctrica (baterías de iones de litio y celdas de combustible), sino también en sectores estratégicos como la defensa, la industria aeroespacial (motores de tracción eléctrica, robótica, drones e impresión 3D) y, por supuesto, las tecnologías de la información y la comunicación (ICT), cuyo producto tecnológico estrella son los circuitos integrados, conocidos coloquialmente como “chips”. De hecho, los chips son el fundamento de todas las demás tecnologías indicadas (renovable, movilidad eléctrica, defensa e industria aeroespacial).

Las naciones tecnológicamente avanzadas, en su mayoría aliadas de EEUU, han dominado la cadena de valor de los chips, pero las cadenas de suministro de materiales críticos para su producción los controlan diversas economías del Sur Global, además de los dos gigantes que se han erigido como los principales rivales estratégicos de las economías occidentales: China y Rusia. La cadena de suministro de los chips está globalizada. Cada paso del proceso está concentrado en diferentes regiones geográficas, lo que crea una dependencia compleja entre países, empresas, regiones y localidades.

Las cadenas de suministro se fueron construyendo a lo largo de las últimas décadas a partir de criterios de rentabilidad económica, no a partir de criterios de alianzas y rivalidades geopolíticas. La invasión rusa a Ucrania reveló la profunda dependencia global hacia numerosos recursos naturales de Rusia. En lugar de que las sanciones de Occidente asfixiaran a Rusia, por momentos ha parecido que es Rusia la que asfixia a las economías de todo el mundo.

Europa ha padecido la escasez de gas, fertilizantes y uranio enriquecido; Estados Unidos ha padecido escasez de diésel; África y Medio Oriente han padecido escasez de trigo, y las economías asiáticas (especialmente China e India) se han beneficiado ampliamente de los recursos naturales rusos.

Los expertos han identificado numerosas amenazas que se ciernen sobre la cadena de suministro de los chips, empezando por la cadena de suministro de materiales críticos. Se trata de amenazas directas a la producción de tecnologías de energías renovables y electromovilidad. ¿Podría Rusia aplicar un embargo a sus exportaciones de paladio o China aplicar un embargo a sus exportaciones de tierras raras? Eso dependerá de la evolución de las relaciones internacionales entre Occidente y el naciente bloque euroasiático centrado en el acercamiento estratégico entre Rusia y China.

La guerra en Ucrania, las tensiones en Taiwán y las sanciones y bloqueos de EE UU hacia empresas tecnológicas chinas, no auguran un futuro sencillo. Incluso, diversos expertos comienzan a hablar de “desglobalización”, lo que representa una amenaza directa a las complejas cadenas de suministro globales.

Adicionalmente, la situación en África está evolucionando aceleradamente: los vínculos de naciones africanas con Rusia y China se están fortaleciendo, al tiempo que hay una creciente animadversión entre los jóvenes africanos hacia Occidente, especialmente hacia Francia. Muchos países africanos son importantes abastecedores de materiales críticos.

La creciente rivalidad geopolítica y la amenaza que representa para las cadenas de suministro de industrias estratégicas, incluyendo la energía renovable y la electromovilidad, tiene el potencial de producir cambios tectónicos en las relaciones internacionales: nuevas rivalidades, nuevas alianzas, nuevos mercados, reubicación de la producción y, por supuesto, nuevos riesgos geopolíticos (incluyendo los riesgos militares). Estos crecientes riesgos vendrán de la mano de nuevas oportunidades. La transición energética será mucho más complicada que lo que se había anticipado.

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