Por Luis Vielma Lobo,
Ejecutivo con más de 40 años de experiencia en la industria, director de varias empresas y presidente de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios AMESPAC
Pemex informó recientemente que dio por terminado el acuerdo que tenía firmado desde hace aproximadamente un año con la empresa New Fortress Energy para la reactivación y producción de gas natural del campo Lakach. Este campo, descubierto por Pemex, había iniciado su desarrollo en 2016 con inversiones que superaban los 1,400 millones de dólares, incluyendo la perforación de siete pozos hasta el momento de la suspensión de actividades.
El acuerdo, firmado entre ambas empresas, tenía como propósito iniciar la producción de dicho campo, cuyas reservas se estiman en unos 900 billones de pies cúbicos de gas, según se estableció al momento de la firma del acuerdo, con base en un contrato tipo CSIE. Independientemente de las razones que hayan tenido las dos empresas para cancelar esta iniciativa, vuelve a surgir la duda sobre la visión que el país y la empresa nacional tienen para el desarrollo del gas.
Este tema ha sido ampliamente discutido en esta administración considerando la creciente importación de volúmenes de gas para satisfacer la demanda interna impulsada por el sector eléctrico y manufacturero, en adición a los requerimientos operativos de PEMEX.
Actualmente México produce alrededor del 30 por ciento de estas necesidades de gas y no hay una estrategia clara para revertir esta tendencia. Esta situación crea una gran vulnerabilidad al depender de las importaciones en niveles tan altos. Dicha situación pudo demostrarse en el invierno del 2021 cuando Estados Unidos fue afectado por graves problemas climáticos y el gobierno del estado de Texas redujo las exportaciones de gas hacia México, amenazando con cerrar el suministro.
Una mirada histórica refleja que el consumo de gas se ha incrementado en alrededor del 30 por ciento en los últimos diez años, mientras que la producción ha disminuido en un 50 por ciento en el mismo periodo. Lo anterior tiene que ver con el tipo de gas producido, principalmente por PEMEX, el cual está asociado a los yacimientos de petróleo. En la medida en que la producción de petróleo disminuye, también la producción del gas se reduce, lo cual ha generado un crecimiento de la brecha entre la oferta y la demanda en más del 300 por ciento en dicho periodo.
El nivel máximo de producción alcanzado por PEMEX en el 2009 fue de unos 7.0 mil millones de pies cúbicos de gas por día. Esta cifra descendió a 3.9 millones en el 2018 y allí se ha mantenido gracias a los aportes de los campos Ixachi y Quesqui, desarrollados en estos últimos cuatro años.
Entendemos que el esfuerzo en exploración se mantiene orientado a la búsqueda de nuevas oportunidades, pero hasta el momento no se han producido otros descubrimientos que hayan permitido cambiar la tendencia en la producción del gas. Con relación a la demanda, la dependencia que tienen, tanto la generación eléctrica del gas natural (68%) como la industria (60%), representan un riesgo de desabastecimiento, con el consecuente impacto social y económico.
El gas natural es la fuente más económica proveniente de los hidrocarburos; su precio por unidad energética es doce veces más económico que el diésel y tres veces el del combustóleo. Adicionalmente, el impacto económico del uso de otros combustibles fósiles como el combustóleo, diésel y carbón es tres veces mayor en comparación con el uso del gas, de allí la importancia de tener un plan de desarrollo del gas, con las debidas prioridades dentro de la cartera de recursos del país.
Dicho plan contaría con unas reservas de 22 mil millones de barriles de petróleo equivalente, de las cuales 8 mil millones son probadas, las cuales pudieran garantizar unos diez años de consumo. Más importante aún es la dimensión de los recursos prospectivos del orden de 113 mil millones de barriles de petróleo equivalente, de los cuales alrededor del 60 por ciento están asociados a gas y condensados, y de estos, el 57 por ciento (64 mil millones) se encuentran ubicados en la región norte del país, asociados a formaciones de lutitas, conocidos como recursos no convencionales.
Por lo expuesto, el desarrollo del gas en México requiere un cambio de visión que lo sitúe como un recurso estratégico de supervivencia en el mediano y largo plazo, y como tal debe dársele un tratamiento diferente al petróleo desde el punto de vista impositivo. Como cualquier commodity el precio del gas es regulado por el mercado, y representa entre el 5 y el 7 por ciento del precio del petróleo, lo cual no lo hace competitivo.
No obstante, la hoja de ruta que se ha establecido hacia la meta de cero emisiones de carbono, con base en los acuerdos del COP 21, sitúan al gas en una posición relevante como elemento sustantivo de la transición energética para alcanzar los objetivos de cambio climático y seguridad energética, estimulando incentivos para impulsar su desarrollo, a los cuales México tiene acceso a través de los mecanismos establecidos para ello.
Para otorgarle la debida prioridad a su desarrollo es recomendable crear una Empresa Nacional de Gas que administre la cartera de proyectos en toda su cadena de valor, tal como lo han hecho exitosamente países como Rusia y Gran Bretaña, entre otros. Esta empresa tendría la autonomía para desarrollar alianzas de diferentes tipos con empresas especializadas del sector, tanto en la explotación de campos, como en su transporte, distribución y comercialización.
El acuerdo suscrito entre PEMEX y la empresa New Fortress Energy , para el desarrollo del campo Lakach, estaba enmarcado dentro de ese contexto estratégico y lamentablemente no se realizará, sin embargo, el esfuerzo de PEMEX debe mantenerse para buscar nuevas iniciativas con otras empresas internacionales que dispongan de la tecnología que permita abordar un nuevo proceso de negociación para beneficio de México y todos los actores del sector.
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