Lanzada en agosto de 2019, la planta de Gela, Italia, tiene una capacidad de procesamiento de hasta 750 mil toneladas al año y podrá tratar cantidades crecientes de aceite vegetal usado, grasa animal, algas y subproductos para producir biocombustibles de alta calidad.
Todas las plantas petroquímicas construidas en Gela desde 1962 han cerrado. Además de los 294 millones de euros que se han gastado hasta ahora en la reconversión de las refinerías, Eni planea invertir otros 73 millones de euros para nuevas actividades preliminares y pretratamiento de biomasa, que se completará en el tercer trimestre de 2020 y suministrará la biorefinería con materia prima de segunda generación, a partir de residuos, aceite vegetal crudo y material avanzado.
El proceso de convertir la refinería tradicional en una biorefinería comenzó en abril de 2016 y los empleados de Eni y terceros tardaron más de 3 millones de horas en terminar. Para crear la planta Ecofining, se modificaron las dos unidades de desulfuración existentes y se construyó una unidad de reforma de vapor para producir hidrógeno. El hidrógeno es un ingrediente básico en el aceite vegetal hidrogenado (HVO), el biodiesel que, cuando se agrega al diesel fósil al 15%, hace que el combustible premium Enidiesel +.
La planta está destinada a convertirse en el taller de Eni para aplicar las tecnologías más avanzadas en el campo de las energías renovables. Además, el sitio también alberga la planta piloto de conversión de desechos en combustible, que ha estado transformando los desechos orgánicos en biopetróleo, biometano y agua desde diciembre pasado.
La construcción de la biorefinería en Gela permitirá a Eni mejorar en todos los campos ambientales, emitiendo más del 70% menos de emisiones (de SO2, NOx , CO2 y polvo) que los ciclos de producción tradicionales. En otras partes del frente medioambiental, estará llevando a cabo la recuperación, en la que han gastado más de 800 millones de euros desde 2000.
Gela se define por su capacidad para procesar materias primas «no convencionales» de segunda generación a partir de desechos de la producción de alimentos, aceite de cocina usado regenerado (RUCO), grasa animal (sebo) y subproductos del procesamiento de aceite vegetal. Esto la convierte en una planta innovadora con una alta sostenibilidad ambiental que puede procesar cargas que de otro modo se eliminarían, a costa de la comunidad y el medio ambiente, usándolas como combustible, promoviendo la economía circular.