Por Miriam Grunstein
He oído eso de ambos sexos. Tanto los hombres, como las mujeres, “son hijos de la mala vida”. Por esta razón, observar la terminación anticipada de 16 contratos petroleros en lo que va del año parece seguir esta regla. Los últimos tres que se dieron por terminados fueron dos de Repsol y uno de bp.
Durante el último sexenio hemos visto un número significante de contratos terminados cuyo número exacto confieso no recordar con precisión pero serán alrededor de 24. Y como los caballitos, han corrido grandotes y los chiquitos. Desde las majors como ExxonMobil y Chevron a Calicanto Oil & Gas , pues claramente no pertenece a estas ligas, más que un éxodo, esto comienza a parecer una estampida.
Explicar la deserción de las petroleras, cuando realmente no han sido agredidas, ni por Secretaría de Energía ni Comisión Nacional de Hidrocarburos , tiene una gama de razones —algunas de las cuales son más claras y explicables que otras—. A diferencia de las empresas eléctricas, que a pesar de haber sido abofeteadas durante este gobierno —y a pesar de ello aquí siguen— no hay comparación entre los montos de inversión requeridos para el desarrollo de una central eléctrica y al menos algunos proyectos petroleros, desde la exploración hasta la producción de hidrocarburos.
Además, en la generación eléctrica los riesgos existen, pero son mucho más acotados. En la exploración y producción de hidrocarburos éstos, además de colosales, son de muchos tipos: el geológico, el financiero, de seguridad industrial, ambiental, de salud. Si a éstos, le sumamos las precariedades del ciclo político, entenderemos por qué buscar y sacar petróleo es adrenalina pura y extrema.
Entonces, al hablar de la salida de las petroleras, es inevitable sumar factores. Es muy posible que se marchen por un franco fracaso en los esfuerzos exploratorios, pero ¿acaso no son muchos 24 contratos de 111, cuando Pemex, a su vez, es el mayor tenedor de los mismos? Hablamos de más del 20% de los contratos firmados, que hoy ya fueron terminados, contando aquéllos de los que Pemex no se puede salir.
He aquí una pregunta deliberadamente disruptiva: si Pemex pudiera terminar anticipadamente algún contrato, ¿lo haría? O acaso no lo hace porque tiene mucha mejor información sobre nuestro subsuelo. No lo sabremos jamás. Pemex no se puede “rajar” a menos de que se lo ordenen.
No lo sé, pero sí lo sospecho, que se van, no sólo por las mezquindades de nuestro subsuelo, sino también por la intolerancia a soportar más riesgo. Sólo pueden salir por la Puerta Grande cuando han cumplido, o pagado, su programa mínimo de trabajo cuyos montos son muy variables pero pueden ser muy altos, hasta de cientos de millones de dólares —y eso sólo es el comienzo—. Además de pozos secos, la inminente continuidad de la política energética de este gobierno desalienta a las empresas a seguir con semejantes desembolsos.
No se diga que, en promedio, los compromisos de participación al gobierno fueron muy generosos. Y, estos, cuando las empresas produzcan, tendrán que pagarse sí o sí. Entonces, si la lógica de las empresas era soportar contraprestaciones altas en las primeras rondas, para compensarlas con menores ofertas en otras subsecuentes, entonces la estrategia ha fallado pues, hasta próximo aviso, no habrá rondas.
También, el mundo se ha vuelvo inhóspito con las petroleras las que, de por sí, nunca han sido vistas con muy buenos ojos por casi nadie, salvo de un puñado de apasionados de la industria petrolera como la que hoy escribe. Hoy, esta industria enfrenta presiones de “descarbonización” que han asumido con decoro pero que son viables en la tierra de la fantasía. Una petrolera descarbonizada es algo como un tigre vegetariano. Puedes alimentar a un mininote con tofu, tempe y pan sin gluten pero, más temprano que tarde, morirá.
Así que entiendo por qué se van, a pesar de que casi ni las hemos tocado ni con el pétalo de una flor, México ya no es una promesa sino un campo, no petrolero, sino minado, Y antes de pisar una, y volar en mil pedazos, es mejor salir de pie y por la Puerta Grande.
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