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México y el Tren hacia la Transición Energética


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Dra. Isabel Studer, Presidenta de Sostenibilidad Global, AC

Asociada Senior, Arsht Rockefeller Resilience Center, The Atlantic Council

 

En este momento de celebración para el presidente de México al inaugurar el Tren Maya, coincide con una era de notables avances tecnológicos a nivel mundial. Mientras este proyecto ferroviario cobra forma, en regiones tan distantes como Japón, China y Europa, los sistemas ferroviarios de alta velocidad, impulsados por tecnologías avanzadas como la levitación magnética y el hidrógeno verde obtenido de fuentes de energía renovable, están desencadenando una revolución en el transporte terrestre.

En un contexto en el que cada vez más medios de transporte, desde aviones hasta barcos y vehículos terrestres, están migrando hacia fuentes de energía más limpias, la elección de invertir en el Tren Maya podría ser considerada una oportunidad desaprovechada. ¿Por qué no se evaluaron alternativas más sostenibles, como la implementación de autobuses eléctricos para transportar a los turistas a la rica biodiversidad de la Península de Yucatán? Esta región ya cuenta con una extensa red de carreteras, y promoviendo la movilidad eléctrica y el turismo ecológico, México habría podido preservar su invaluable patrimonio natural e histórico, al tiempo que aceleraba la adopción de un transporte eléctrico, basado en energías limpias.

La aceptación de las nuevas tecnologías asociadas a la transición energética reviste importancia significativa debido a su papel central en la reconfiguración de las dinámicas geopolíticas globales. China, por ejemplo, ha emergido como una potencia líder en la producción de vehículos eléctricos y energía renovable, ejerciendo su dominio en las cadenas de suministro a nivel mundial, abarcando desde la fabricación de automóviles eléctricos hasta la producción de paneles solares, baterías y turbinas eléctricas. Aquellas naciones que lideren en estas tecnologías estarán en una posición privilegiada en el escenario global.

Si bien la cercanía geográfica de México a Estados Unidos podría considerarse una ventaja estratégica en medio de las tensiones comerciales con China, esto no debería conducir a la complacencia. El concepto de «nearshoring» o «friendshoring» se ha mencionado para atraer inversiones estadounidenses hacia México. No obstante, el rezago de México en la transición energética comienza a tener costos en términos de liderazgo global y la capacidad de movilizar capitales tanto públicos como privados en sectores que están configurando el nuevo orden mundial.

Un ejemplo inspirador es el de la India, que este año desempeñó el papel de anfitriona en la Cumbre del G20, un grupo que abarca las veinte economías más grandes del mundo, representando el 85% del producto global y dos tercios de la población mundial. En este contexto, la India anunció una inversión de 7 mil millones de dólares para adquirir 10,000 autobuses eléctricos, respaldada financieramente por Estados Unidos. Esta medida no solo contribuye a la reducción de las emisiones de carbono, sino que también proporciona a los ciudadanos un medio de transporte sostenible en ciudades en rápido crecimiento. Además, la India ha duplicado las ventas de vehículos eléctricos, especialmente bicicletas y triciclos eléctricos, alcanzando 1.4 millones en 2022, impulsadas por incentivos para los consumidores y el aumento de los precios de la gasolina.

Sin embargo, lo más destacado es que, como resultado de la reunión bilateral entre India y Estados Unidos durante la cumbre del G20, se anunció un proyecto de tren que conectará a la India con la Unión Europea, cruzando el Medio Oriente. Este tren no solo estará destinado al transporte de mercancías, sino también de hidrógeno verde, una fuente de energía limpia y sostenible. Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos están participando en este ambicioso proyecto. Además, la India liderará la Alianza Global de Biocombustibles, que busca intensificar la utilización de biocombustibles sostenibles.

Un logro significativo del G20 fue el acuerdo entre los países miembros de triplicar la capacidad de generación de energía renovable para el año 2030. Según la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA), este compromiso permitirá que la capacidad de energía renovable alcance más de 11,000 gigavatios para 2030, contribuyendo al cumplimiento del objetivo del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura global a menos de 1.5 grados Celsius con respecto a la era preindustrial. Con el apoyo financiero de Estados Unidos, Alemania y el Banco Mundial, y la movilización de inversiones privadas, la India ya cuenta con una capacidad instalada de energías renovables de 163 gigavatios, colocándola como el cuarto país con mayor capacidad de electricidad renovable en el mundo. Su objetivo es alcanzar los 500 gigavatios para 2030.

Por lo tanto, otro logro relevante de la Presidencia del G20 fue la presentación de un plan, realizado con IRENA, para asegurar financiamiento de bajo costo para la transición energética, estimando una inversión anual de 4 billones de dólares para 2030. Entre los países latinoamericanos que forman parte del G20, Brasil y Argentina estuvieron representados por sus presidentes, Luiz Inacio Lula da Silva y Alberto Fernández, respectivamente, mientras que por México asistió la Secretaria de Economía.

Además de su liderazgo en el G20 y su compromiso con la integración de la Unión Africana en este bloque, la India también ha desempeñado un papel protagónico en el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Este grupo busca equilibrar las decisiones económicas que tradicionalmente han sido dictadas por las potencias en el Grupo de los 7, que incluye a Estados Unidos, Canadá y varios países europeos. El BRICS incluso ha anunciado su expansión para incluir nuevos miembros, lamentablemente México no figura en esta lista.

En resumen, la historia del Tren Maya sirve como una metáfora de las decisiones críticas que México debe tomar en esta era de transición energética y cambio tecnológico y geopolítico acelerado. El presidente mexicano ha pasado por alto estas transformaciones globales que se están gestando con gran rapidez, relacionadas no solo con la crisis climática, sino también con la forma en que las nuevas tecnologías están reconfigurando el orden económico y político mundial. Esperemos que el próximo gobierno reconozca las ventajas de esta transición y no deje a México atrapado en el andén de la historia.

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