Luis Vielma Lobo (*)
Recientemente México celebró 83 años de la expropiación de la industria petrolera. A lo largo de estos años mucho se ha escrito acerca del significado que ese acto político ha tenido para el país, sin embargo, poco se ha publicado de la historia de la exploración y geología petrolera en el país y del desarrollo y avance tecnológico de su industria.
Pocos países en el mundo tienen la riqueza en hidrocarburos que México posee. A lo largo de su historia petrolera de más de 100 años, el país ha producido más de 58 mil millones de barriles equivalentes de petróleo y aún tiene reservas que superan los 231 mil millones de barriles. Adicionalmente cuenta con una inmensa base de recursos prospectivos que superan los 100 mil millones de barriles de petróleo equivalente (MMBPE), ubicados principalmente en la región norte del país, en la cuenca Tampico-Misantla, la cual es conocida desde hace ya varias décadas y considerada de difícil explotación por su complicada estratigrafía y baja presión.
Los estudios preliminares existentes de la Agencia Internacional de Energía (AIE), estiman que los recursos de gas en esa región norte de México son del orden de los 540 trillones de pies cúbicos de gas TCF, la mayoría de ellos ubicados en la cuenca de Burgos. Este volumen, considerado como no convencional, esta solo por debajo de Estados Unidos y Argentina, países que han intensificado la producción de este tipo de recursos con tecnologías de pozos horizontales y estimulación hidráulica o fracking. Para tener una idea del significado de esta dimensión, Bolivia con menos de 50 TCF de reservas de gas, desarrolló su industria, y además de autoabastecerse, exporta volúmenes importantes de gas hacia Brasil y Argentina.
La exploración en México se inicia en el año 1901 cuando, con base en la primera ley del petróleo, publicada oficialmente ese año, se otorgaron permisos para explorar a varias compañías y empresarios. Esos esfuerzos se centraron en el norte del país, en el estado de Veracruz y en la zona de Tampico, donde precisamente se perforaron los primeros pozos, hasta que en el año 1904 el pozo La Pez 1, perforado en el área de Ébano, Tampico, a una profundidad de 1650 metros se convirtió en el primer descubrimiento comercial, logrando una producción de 1550 bpd. Este descubrimiento atrajo la atención de los exploradores que se encontraban en el país, desarrollándose una intensa actividad exploratoria, la cual permitió el descubrimiento de dos campos aledaños con características similares, Ébano y Pánuco, cuya producción alcanzó los 38,000 bpd en 1910. Todo este esfuerzo venía llevándose a cabo con inversión internacional y México ya empezaba a formar sus cuadros operativos y técnicos para seguir avanzando en esa actividad exploratoria.
Posteriormente, se intensificó el desarrollo de esa región de Veracruz descubriéndose en 1916 el campo Cerro Azul, con el reventón del pozo Cerro Azul 4, el cual derramó más de 200 MMbpd por más de siete días, inundando de petróleo una vasta área de la región. Este hecho llamó la atención de los políticos, quienes, a fin de controlar la actividad petrolera que ya se convertía en un activo importante para la nación, incorporaron en 1917 el artículo 27 en la Constitución recién aprobada ese año en Querétaro.
Al momento de la expropiación en el año 1938, ya se habían perforado más de 120 pozos exploratorios, y en 1945 Pemex hizo su primer descubrimiento en lo que sería luego el campo Misión. El año 1956 marca un hito importante en la exploración del país cuando se perfora el primer pozo costa afuera, el Cabo Rojo, y en 1959 se descubre el campo Santa Ana. En el año 1960 solo se habían perforado 3 pozos costa afuera de un total de más de 1250; sin duda, hasta esa fecha, las tecnologías existentes aún no permitían reducir el riesgo de esa actividad en aguas someras.
Con el desarrollo de tecnologías sísmicas, análisis gravimétricos y registros eléctricos en la década del 1960 al 1970 se aceleró la exploración, perforándose en el país más de 1200 pozos exploratorios, lográndose superar la cifra de 200 descubrimientos y proyectando a México como un país petrolero a nivel mundial. En 1976 ocurre el gran parte aguas exploratorio con la perforación del pozo Chac 1 en las aguas someras de Campeche, descubrimiento que permitió conocer la provincia de los carbonatos más grande del mundo y más de 200 estructuras geológicas en la extensión de la bahía de Campeche, dando así origen al famoso campo Cantarell.
En la década de 1970 a 1980 la actividad exploratoria se concentró en esta área perforándose más de 100 pozos, siendo prioridad la perforación de desarrollo buscando incrementar la producción. Finalizando dicha década, México ya producía sobre los 1.5 MMBPD. A partir de allí la actividad exploratoria del país decayó en los años siguientes cuando se perforaron unos 500 pozos y se mantuvo esa tendencia a la baja en la década del año 1990 al año 2000, cuando solo se perforaron 200 pozos.
El siglo XXI encontró al país petrolero concentrado en la producción de su más grande descubrimiento, Cantarell, y dando sus primeros pasos en la perforación exploratoria en aguas más profundas. En el año 2004 el país logró su mayor producción histórica de 3.4 MMBPD, cerrando con este sello la primera década del presente siglo, mostrando números exploratorios exitosos en comparación con otros países. En el año 2010, se habían descubierto más de 700 campos, los cuales habían aportado más de 250 mil millones de barriles equivalentes de petróleo, de acuerdo con cifras de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), y a finales del año 2018 se habían producido unos 58 mil millones de barriles, lo que representaba tan solo el 23 % del petróleo y gas descubiertos.
Los números mostrados revelan que México posee, aun sin producir, más del 75 % de los barriles descubiertos, y si a esto agregamos los más de 100 mil millones de barriles de recursos prospectivos por descubrir, podemos decir que las cuencas de México representan 3 una extraordinaria oportunidad de desarrollo sustentable para el país, lo cual debe ser aprovechado por la administración actual para beneficio de la población, por encima de cualquier postura ideológica o política.
(*) Luis Vielma Lobo, es Director General de CBMX Servicios de Ingeniería Petrolera, Director del Centro Integral de Desarrollo del Talento (CIDT); colaborador de opinión en varios medios especializados en energía, Autor de los libros: “Testigo de mi tiempo” (2014), “México momentos y opiniones” (2015) y de las novelas “Chapopote, Ficción histórica del petróleo en México” (2016) y “Argentum: vida y muerte tras las minas” (2019).