Por: Leovardo Mata Académico e Investigador de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México.
En relación con la transición energética, la dependencia de los combustibles fósiles es un lastre que no se ha podido evitar. Según las proyecciones de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), se estima que la cantidad demandada de petróleo experimentará un crecimiento promedio anual del 0.5% hacia las siguientes dos décadas. Esta previsión se basa en las expectativas respecto al comportamiento de los principales productores de petróleo a nivel mundial. En otras palabras, se espera que la demanda de hidrocarburos no se desvíe drásticamente de su tendencia.
Esto se puede atribuir al crecimiento de la población mundial y a las necesidades energéticas, cada vez mayores, de los países emergentes. Los requerimientos en el transporte aéreo, transporte terrestre, petroquímico y de gran cantidad de sectores industriales no pueden ser resueltos por la energía renovable en el corto plazo.
Hacia el mediano plazo los motores de combustión interna y los sistemas de generación de energía serán cada vez más eficientes y el crecimiento de la población será cada vez más bajo, y eso se reflejará eventualmente en la demanda de energéticos. Esto implica que el consumo mundial de energía derivada del petróleo crudo, el gas natural y el carbón alcanzarán su pico máximo entre 2030 y 2040. En ese lapso de tiempo se espera que el cambio tecnológico coloque a las energías renovables sobre la mesa, de tal suerte que la producción de energía renovable se triplique hacia el año 2050 con costos cada vez menores por kilowatt/hora, y finalmente la demanda de petróleo se desaceleraría a favor de las energías renovables. (según datos de Global Energy Perspective 2023)
La reducción continua y gradual en los costos de producción de energía renovables, combinada con el cambio tecnológico exponencial pronosticado hacia mediados del siglo XXI sugieren que más allá del año 2050 la era del petróleo encontrará su final.
En este sentido, si se utilizan las series de tiempo de periodicidad anual 1980-2023 para los 25 principales exportadores de petróleo del planeta, quienes reúnen más del 80% de la producción total del mundo, es posible simular las trayectorias que seguirán la demanda y la producción de energía no renovable hacia la mitad del siglo XXI. El procedimiento de estimación empleado utiliza un juego dinámico de Cournot con simulación por MonteCarlo, similar al modelo estimado en (Mata y Beltrán, 2022; https://link.springer.com/chapter/10.1007/978-981-19-4695-0_7).
Las estimaciones realizadas requieren por país un conjunto de variables, entre ellas, la demanda de hidrocarburos, la producción de petróleo crudo, la demanda de energía fósil, la demanda de energía renovable, el costo promedio por barril de petróleo equivalente, el Producto Interno Bruto, la población, las tasas de interés de referencia, entre otras. Es importante señalar que este ejercicio supone que las políticas energéticas no sufrirán cambios significativos en el futuro y que la información disponible es un punto de referencia robusto hacia los años venideros.
Los resultados sugieren que la mayor parte del consumo y producción de energéticos provendrá de los países emergentes, particularmente de India y China. Esto es congruente con las observaciones de la Agencia Internacional de Energía hacia el año 2050, donde se anticipa que Asia representará 50% del crecimiento global del gas natural, el 60% del incremento de la energía solar fotovoltaica y de carácter eólico, y más del 80% del crecimiento del petróleo, carbón y energía nuclear.
Más aún, con base en la simulación de MonteCarlo, la producción de energía renovable tendrá como actores clave a las fuentes de carácter eólico y solar, pues alcanzarán hasta dos tercios de la generación de energía global. De hecho, se esperaría que el costo nivelado de la energía para la energía solar fotovoltaica se ubique por debajo de un dólar con tendencia a la baja por kilowatt hora. Estas estimaciones son congruentes con las proyecciones de la IEA, quienes inclusive señalan que la magnitud del costo nivelado de energía puede caer por debajo de un dólar mucho antes del año 2050.
Los hallazgos anteriores sobre la energía renovable, particularmente eólica y solar, señalan que la participación de las energías alternativas en la producción energética mundial sustituirá poco a poco al petróleo como actor clave, por lo que su peso en el producto y la actividad económica se reducirá. No obstante, eso no significa el olvido del petróleo, seguiría siendo un insumo para la producción de electricidad, plásticos y petroquímicos, sobre todo en los países más pobres, donde el cambio tecnológico no haya alcanzado un punto de maduración para la energía renovable.
Dentro de este contexto, sobresale la generación de energía eléctrica como una necesidad creciente, ya que su participación en el consumo global se aproxima al 20% y la expectativa es que se incremente todavía más hacia el año 2030. En este caso, según la Agencia Internacional de Energía la generación de electricidad por fuentes de energía renovable será más del 40% hacia principios de la década de 2040, lo que impulsará aún más el desarrollo tecnológico en el sector eléctrico de los países desarrollados y no desarrollados.
Finalmente, ante la demanda en ascenso de electricidad en los países emergentes y la heterogeneidad del cambio tecnológico a lo largo de las naciones, se espera que la demanda energética hacia el año 2050 será cubierta mediante portafolios energéticos, donde el petróleo es un elemento importante pero no crucial, en conjunto con fuentes de energía renovables, principalmente energía solar fotovoltaica y eólica. Bajo esta prospectiva, México tiene el reto obligado de no quedarse atrás e incorporarse al tren de la energía renovable sin límites, pues se dispone de los recursos físicos y geográficos suficientes para aprovechar la disponibilidad de sol y viento.
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