Por Miriam Grunstein
Dice la Kabala –la verdadera, que no la de Madonna—que una letra fuera de lugar puede alterar el orden del universo. Aquí no fue una letra sino un enunciado de la Presidenta, en su primer informe de gobierno, de que Pemex ya había firmado 11 contratos mixtos con diversas empresas, la que hizo un reguero de pólvora por todos los pasillos del sector.
Los medios fueron los primeros en actuar sin la mínima debida diligencia. Las agencias de noticias más respetables dieron por hecho que tales contratos estaban suscritos. Y claro, ¿por qué dudar de la palabra de la Dra. Sheinbaum? Y más aún cuando es medianamente fácil corroborar si había contratos firmados o no.
Desde mi cancha, como a lo largo he asesorado a operadores petroleros de todos los tamaños, la noticia me desconcertó, sin poder decir que la Presidenta profería “fake news contractual”. Las empresas interesadas en este tipo de contratos, para mi desdicha, no son, ni han sido mis clientas. Pero conozco bien a los operadores, y también a sus abogados, como para salir corriendo por el lavadero tras la verdad, cosa que ningún medio se tomó la molestia de hacer, aunque es su trabajo y no el mío.
Para el “fact checking” de exploración y producción, de cajón recurro a las publicaciones de Manuel Cervantes en LinkedIn, por ser un tipo serio, muy serio, en demasía, tal vez. Gracias a Manuel supe que existe un proceso competitivo en marcha pero que, hasta hoy, no hay un solo contrato firmado al menos derivado de ese proceso. Y así como las caderas de Shakira no mienten, casi pondría las manos al fuego por lo que publica Manuel.
Luego, luego, le marqué a un amigo cuya identidad, por decoro y lealtad, no revelaré. Y más porque su empresa sí participa en el proceso. Al igual que Manuel, mi amigo es un tipo “serio” en el sentido de que nunca diría cosas que no son. Y me dijo que algo de lo que ya sabía y un poco más: en efecto, hay un proceso en curso, también, que, al momento de nuestra conversación, se hallaban en la etapa de preguntas y respuestas. Que por la “atipicidad” del modelo contractual –cosa que irónicamente es “típica” en México– se desató un caudal de miles y miles de preguntas que rompieron los diques de Pemex. Como sucede con Dos Bocas, en época de huracanes, que yo sepa Pemex sigue inundado, hasta el cuello, de las preguntas de las empresas interesadas.
Por unos días, seguí buscando en las penumbras del proceso con mi lamparita de Diógenes y vaya que me costó hallar respuestas sabias. En honor a la verdad, eso es lo que sé.
¿Qué intuyo?
Puesto que, repito, no estoy directamente involucrada en el proceso, no he estudiado el modelo de contrato del cual, según entiendo, no hay una versión pública. Aplica la regla de “pagar por ver.” Tache por la falta de transparencia y más cuando, desde el más reciente rebautizo de Pemex, tanto se ha repetido que la ahora “Empresa Pública del Estado” nunca ha sido tan cercana y propia de los mexicanos.
¿De los interesados? Tengo la impresión de que se trata de empresas pequeñas, seguramente algunas acreedoras de Pemex, que buscan resarcir su relación con éste, al “echarle la mano” mostrando interés en este proceso. De otra forma, ¿quién se aventaría el tiro de asociarse con la empresa más endeudada del mundo? ¿Un loco?
O Carlos Slim, quien a lo mejor fue el que ya firmó los 11 contratos de los que habla la Presidenta.






