Por Juan Arellanes
Académico de la Facultad de Estudios Globales y coordinador del Centro Interdisciplinario Anáhuac de Energía y Sostenibilidad de la Universidad Anáhuac México
Pese a sus grandes éxitos, Energiewende no ha sido una política exenta de problemas. La energía eólica ha enfrentado críticas en Alemania, tanto de ecologistas como de comunidades locales. No obstante, con la crisis energética causada por la invasión rusa a Ucrania, la postura pro-renovables alemana se ha fortalecido. En abril pasado, el Gobierno Federal presentó un plan para duplicar la generación de energía verde, aumentando la generación de electricidad mediante modificaciones a la Ley de Fuentes de Energía Renovable. El plan busca reducir la dependencia de los combustibles fósiles importados de Rusia y promover la energía eólica y solar. No obstante, abandonar los combustibles fósiles no será tarea fácil.
Quizás la mayor fortaleza alemana sea su estructura industrial basada en las llamadas Mittelstand. A estas empresas se les atribuye el «milagro económico» alemán entre 1950 y 1970, junto con la reconocida marca “Hergestellt in Deutschland”. También se consideran la columna vertebral de la economía alemana, destacándose por su innovación y éxito exportador. Estas empresas se destacan por su compromiso con la sostenibilidad y la responsabilidad ambiental en el ámbito energético. Aprovechan los programas y subsidios gubernamentales para adoptar estrategias basadas en el uso de energías renovables, implementar prácticas de eficiencia energética y gestionar de manera adecuada los residuos.
Las Mittelstand se están adaptando a los cambios en la transición energética para mantener su competitividad, sincronizando sus requerimientos energéticos con la oferta del mercado. Durante la gran recesión de 2008/2009, estas demostraron un desempeño más estable que las empresas que no pertenecían a dicho grupo.
Durante 2022, los altos precios de la energía, la escasez de productos intermedios y las interrupciones en las cadenas de suministro debido a la invasión rusa de Ucrania y los retrasos relacionados con la COVID-19 afectaron la producción industrial en Alemania. Sin embargo, una evaluación optimista podría argumentar que Alemania ha demostrado ser más resistente de lo que se pensaba ante este desafío histórico.
Los escenarios apocalípticos no se han materializado, incluso después de la interrupción del suministro de gas ruso a través de Nord Stream. El gobierno alemán ha logrado encontrar alternativas energéticas, las medidas de ahorro de energía han reducido el consumo de gas en un 30% y el invierno resultó ser más suave de lo esperado. El suministro de gas se ha recuperado, los precios han disminuido considerablemente y no ha habido cortes de energía.
¿Cómo se logró esto? Según la Deutscher Mittelstands-Bund (asociación federal de pequeñas y medianas empresas de Alemania), el gobierno federal ha implementado medidas para aliviar la carga de los consumidores de gas, electricidad y calor en el país. Estas medidas incluyen la contención de los precios de la energía y la prohibición de bonificaciones y dividendos para las empresas que se benefician de estas medidas. Además, se ha establecido un fondo de estabilización económica para aliviar la carga de los consumidores y se han implementado programas de financiamiento para ayudar a las empresas a adquirir sistemas de generación de energía.
Sin embargo, no pudo evitarse que Alemania cayera en recesión. El banco estatal Kreditanstalt für Wiederaufbau ha advertido que Alemania se enfrenta a «una era de prosperidad en declive». La recesión en Alemania es un indicio de la desindustrialización en Europa. La falta de acceso a energía barata ha debilitado la competitividad del continente. Desde que se comenzó a hablar de la desindustrialización el año pasado, ha habido mucha confusión al respecto. Algunos parecían creer que implicaba el cierre inmediato de fábricas europeas con escasez de energía y despidos masivos, mientras que otros asumieron que la crisis había terminado debido a la disminución de los precios futuros de la energía en los últimos meses.
Pero la desindustrialización no ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso gradual en el que la industria europea se vuelve menos competitiva en el mercado global debido a los mayores costos energéticos que se trasladan en forma de precios finales más altos para los consumidores. El ministro de energía de Qatar advirtió sobre la escasez de petróleo y gas en Europa, diciendo que «lo peor está por venir». Esto es especialmente preocupante, ya que Europa depende en gran medida de las importaciones de gas natural licuado de Qatar. En Alemania el sector de servicios prospera, pero el sector manufacturero se hunde.
El sector de maquinaria de Alemania es una parte fundamental del Mittelstand. Las exportaciones de máquinas-herramienta de China ya han superado a las de Alemania. Las empresas alemanas que operan en China desempeñaron un papel crucial al facilitar esta transición, ya que se vieron obligadas a asociarse con empresas locales, acelerando así la transferencia de tecnología y capacitando efectivamente a sus futuros competidores.
Las empresas alemanas están aumentando sus inversiones en Estados Unidos debido a los generosos subsidios proporcionados por el gobierno estadounidense bajo la Ley de Reducción de la Inflación. Si no se brinda un alivio en forma de energía más barata, podría presenciarse un aumento de cierres entre las empresas, lo que podría llevar a un posible debilitamiento de la industria pesada en Alemania. Este escenario no solo afecta a la economía impulsada por las exportaciones de Alemania, sino que también tiene consecuencias significativas para los países vecinos de la UE y para la economía en general de la Unión Europea.
Algunas empresas, incluyendo el gigante químico BASF, ya están reduciendo sus operaciones en Europa para escapar de los elevados costos energéticos. Los sectores farmacéutico y manufacturero, importantes consumidores de energía, también podrían considerar reubicar su producción en el extranjero en busca de energía más barata. Una encuesta realizada por la Fundación para Empresas Familiares en Alemania y Europa indica que un número creciente de empresas en el Mittelstand están considerando seriamente trasladar su producción al extranjero.
La industria alemana ha sido resiliente, pero si los altos precios de la energía se mantienen por mucho tiempo la desindustrialización continuará. El FMI y otras instituciones advierten que el verdadero peligro se presentará en el próximo invierno, con niveles bajos de almacenamiento y dificultades para reponerlos sin flujos significativos de gas ruso. Alemania podría necesitar reinventarse y enfrentar desafíos como el aumento de los costos energéticos, la desglobalización y la disociación de China. La industria alemana debe prepararse para desafíos cada vez mayores.
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