Por David Madero*
Es común preguntarse cuál será el papel del gas natural en un futuro con energía más limpia. La mayor parte de los análisis prospectivos serios indican que este combustible tendrá un papel fundamental durante la transición hacia un planeta con energía más limpia. La duración de dicha transición es incierta y planea retos importantes para todos los países del mundo que lo producen y lo consumen. México en particular tiene una dependencia relativa al gas natural como consumidor mayor a la del promedio de los países del planeta que dependen más de la quema de carbón que nuestro país.
El gas natural es el segundo combustible más importante para México y, de continuar las tendencias recientes, será el primero en el mediano plazo. Actualmente, más del 40% de la energía que consume el país proviene de este combustible. La demanda por éste, que es relativamente barato y el más limpio de los hidrocarburos, seguramente continuará creciendo en los próximos lustros más de 3% al año. En contraste, la oferta nacional de este combustible todavía tiene el reto de mostrar un repunte sostenido. Mientras eso no ocurra, continuaremos observando crecimientos de más de 500 millones de pies cúbicos cada año en las importaciones de gas natural vía gasoductos que nos interconectan con los Estados Unidos.
Se habla mucho en el país de reducir esta creciente dependencia del gas natural que se produce fuera de México. Lo mejor para ese fin sería lograr un incremento fuerte y sostenido de su producción dentro de nuestro territorio. Esto implica destinar más recursos a las actividades de exploración y producción de este combustible. En el corto plazo, el reto es el pleno aprovechamiento del gas natural asociado que se está quemando y venteando para producir petróleo crudo. En el mediano plazo, el desafío es la exploración y producción de los recursos prospectivos de gas natural no asociado que tiene el país utilizando la tecnología que han desarrollado nuestros vecinos del norte para poner en producción campos no convencionales. Sin duda, México deberá hacer las inversiones físicas y en capacidades de regulación necesarias para que podamos acceder a esos recursos de manera económica y sin dañar el medio ambiente.
Se habla un poco menos de las inversiones ya realizadas y del sostenido desarrollo de regulación económica que han solucionado efectivamente uno de los problemas históricos que existían en México: la falta de infraestructura física y regulatoria para satisfacer una demanda creciente por gas natural. En los últimos tres lustros hemos logrado, como país, un incremento histórico en materia de infraestructura con un crecimiento de más de 50% en kilómetros de gasoductos de transporte de este combustible.
A lo anterior, hay que sumar el incremento en capacidad de compresión que permite mover este combustible desde su origen a casi todos los puntos en los que se ubica la demanda actual y potencial. Sin duda, quedan algunos pendientes para llevar el gas en cantidades suficientes a la península de Yucatán, a las entidades federativas del sur del país que no tienen todavía acceso a este combustible, así como para obtener todas las redundancias que permitan tener la confiabilidad que se requiere en el suministro. En ese sentido, es alentador ver que continúan los planes oficiales de expansión de la red de gasoductos para en conjunto con el sector privado incrementar los puntos de confluencia, materializar nuevas interconexiones de los gasoductos históricos con los privados y ampliaciones de las interconexiones existentes, así como construir nuevos gasoductos y almacenamientos.
Esta inversión no será obsoleta para la transición energética del país. Por un lado, permitirá que en las siguientes décadas se satisfaga la demanda de energía con un combustible más económico y que remplaza el uso de combustibles más contaminantes, tanto en el ámbito local como en el global. Las importaciones de gas natural se podrán incrementar en los próximos años diversificando el origen del combustible para que resulte más barato, y ampliando las rutas para que entre y se mueva del norte al centro y occidente de México, y que su suministro sea más confiable. Por otra, la inversión en gasoductos, compresoras y almacenamientos pone los cimientos para tener un robusto sistema de transporte y almacenamiento nacional de gases que en el futuro próximo pueda comenzar a usarse para mover y almacenar combustibles menos contaminantes como el hidrógeno verde.
Sin embargo, hay mucho por hacer en el corto plazo antes de lograr que nuestro sistema de ductos se transforme en uno de hidrógeno verde con nulas emisiones de gases de efecto invernadero. El reto inmediato es reducir las emisiones de metano de nuestras actividades de exploración, producción, procesamiento, transporte y distribución de gas natural. El metano, que es el principal componente del gas natural, es un hidrocarburo que al liberarse a la atmósfera genera un efecto invernadero de 25 veces más potente que el dióxido de carbono de acuerdo con lo reportado por diversas autoridades ambientales. El metano es de corta duración en comparación con el dióxido de carbono de acuerdo con las mismas fuentes, por lo que dejar de liberarlo a la atmósfera puede tener un efecto rápido y significativo en el potencial de calentamiento atmosférico.
A nivel global, toda la cadena de valor de este combustible tiene problemas de emisiones de este tipo a la atmósfera que tienen que solucionarse de manera urgente. Nuestro país no es la excepción y tendrá que reducir de manera dramática la quema y venteo histórico de gas natural asociado en la producción de petróleo crudo, en particular en las actividades petroleras costa afuera. Además, deberá priorizar el establecer y supervisar el estricto cumplimiento de una reforzada regulación en materia de emisiones de metano en toda la cadena de valor del gas natural.
La eficacia de los reguladores será el reto principal, la infraestructura histórica del país tiene que revisarse, mantenerse, repararse y modernizarse para que las emisiones sean las menos posibles. La meta debe ser cero emisiones de metano a la atmósfera al explotar, procesar, transportar y distribuir gas natural. Los reguladores especializados que tenemos en México para el sector hidrocarburos deberán formular y supervisar regulación técnica que imponga inspecciones obligatorias para detectar las fugas de metano y mandate su reporte inmediato al regulador para que éste a su vez lo dé a conocer al público en general.
Se deberá supervisar la reparación forzosa y oportuna de las mismas, con multas crecientes y la posibilidad de cerrar las actividades incapaces de dejar de contaminar con emisiones de metano, así como obligar con el mismo tipo de penalidades el cumplimiento de planes de mantenimiento de los productores, procesadores, transportistas y distribuidores de gas natural que reduzcan los riesgos de nuevas fugas.
* David Madero es socio consultor en Simplificado S.C. especializado en energía. Ha trabajado en el Mercado Eléctrico Mayorista asesorando tanto a suministradores calificados como a usuarios industriales que buscan hacer más eficiente su gasto en electricidad y gas natural. Antes de eso, fundó el Centro Nacional de Control del Gas Natural (CENAGAS) y lo dirigió durante cuatro años en los cuales se colocaron exitosamente los contratos de capacidad en base firme del sistema integrado de gasoductos y se les transfirió la operación y control de la infraestructura de gas natural. Tiene más de 25 años de experiencia en finanzas públicas, macroeconomía y política pública, con énfasis en el sector energía e hidrocarburos. Es licenciado en economía del ITAM y tiene maestría y doctorado de la UCLA en esa materia.