Por Aban Moreno

Aban Moreno es Ingeniero Eléctrico – Electrónico, cuenta con dos especialidades en Energía y su Uso Eficiente y una Maestría en Energías Renovables. Actualmente es consultor de Oleum Servicios y Dictaminación Técnica, S.A. de C.V. y Profesor en la UNAM.

Los términos eficiencia energética y ahorro de energía suelen utilizarse indistintamente. Debemos entender a la eficiencia energética como la reducción del consumo de la energía que se requiere para la realización de actividades o servicios y para la fabricación de productos, sin afectar la calidad de estos. Es decir, consiste en utilizar tecnología que requiere menos energía para realizar la misma función. El ahorro de energía se refiere a cualquier comportamiento que resulte en un menor uso de energía.

Desde hace 6 años, los grandes avances que se habían tenido en el campo de la eficiencia energética han ido en declive y esto, aunado a la crisis sanitaria actual, representa un reto aún mayor. Para el 2020 se estimó una mejora de solo el 0.8% de la intensidad energética, lo cual es muy contrastante con las tasas de los años 2019 (1.6%) y 2018 (1.5%).

Este avance es inaceptable si es que se quieren lograr los objetivos de sostenibilidad y las metas contra el cambio climático fijadas para el 2050, principalmente porque la eficiencia energética generaría más del 40% de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la energía en los próximos 20 años, según el escenario de desarrollo sostenible de la Agencia Internacional de la Energía (AIE).

Derivado de las restricciones de viaje, en 2020 se tuvo una disminución considerable de la demanda de energía del sector transporte, lo que redujo los factores de carga de pasajeros en la aviación y el transporte terrestre, aumentando el uso de energía por pasajero y por kilómetro recorrido, lo que significó un atraso a los avances en materia de eficiencia energética en este sector.

Las condiciones actuales sugieren que es probable que la industria se vuelva más intensiva en el uso de su energía. Es probable que la incertidumbre sobre los ingresos futuros lleve a las empresas a cambiar las prioridades de las inversiones, y el gasto en medidas de eficiencia energética se vea mermado. Por ejemplo, en el sector de la construcción las proyecciones de crecimiento futuro para algunos materiales han disminuido, comparadas con las que se tenían antes de la pandemia.

Durante el primer semestre de 2020, el uso de electricidad en edificios residenciales creció en algunos países entre un 20% y un 30%, mientras que se redujo alrededor de un 10% en los edificios comerciales, consecuencia directa del distanciamiento social y el aumento drástico de las prácticas de home office.

Mientras se retoman algunas actividades de manera gradual, como el regreso a las oficinas y a los centros comerciales, la demanda de energía podría aumentar de manera considerable debido a las medidas sanitarias implementadas, como tasas de ventilación más altas para reducir el riesgo de contagio en interiores. Considerando que aproximadamente el 30% de la energía de un edificio se utiliza para la ventilación, sin un control automatizado adecuado, los niveles de eficiencia energética podrían verse afectados.

Para leer la columna completa, consulte la edición de octubre de Global Energy.