La reelección de Donald Trump, en una elección marcada por la controversia y divisiones en Estados Unidos, plantea un panorama complejo para el sector energético en ambos lados de la frontera.
Su retorno a la Casa Blanca no solo impactará la política energética interna de Estados Unidos, sino que tendrá profundas implicaciones para México, cuya economía y sistema energético están estrechamente vinculados con su vecino del norte.
Las declaraciones de Trump en campaña y las amenazas arancelarias dirigidas a México han despertado preocupaciones en torno a la estabilidad de la relación bilateral y los efectos que esto podría tener en el desarrollo energético de ambos países.
Desde su campaña, Trump se comprometió a reducir a la mitad los costos de energía en Estados Unidos mediante el aumento de la producción de petróleo, gas y carbón, y una disminución de las regulaciones ambientales. Este enfoque deja entrever una política en la que los combustibles fósiles vuelven a ser prioridad, lo cual contrasta con la transición hacia energías limpias promovida en los últimos años. Para México, esta política podría resultar en un doble desafío: por un lado, las políticas de exportación de gas natural de Texas podrían endurecerse, afectando el suministro de este recurso fundamental para la generación eléctrica mexicana; por el otro, una menor inversión en energías renovables en Estados Unidos podría limitar el flujo de capital hacia proyectos sustentables en territorio mexicano.
En México, la presidenta Claudia Sheinbaum ha defendido una estrategia energética que fortalece el rol de las empresas estatales, como Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), buscando consolidar la soberanía energética. Esta política prioriza el control estatal y el desarrollo de la infraestructura nacional para depender menos de fuentes externas, en un intento por hacer de México un país autosuficiente en términos energéticos.
Sin embargo, este enfoque también ha generado críticas por parte de inversionistas extranjeros y sectores de la industria renovable, quienes consideran que estas políticas limitan el crecimiento de las energías limpias en el país.
Las amenazas arancelarias de Trump también complican la situación. En su discurso de cierre de campaña, el presidente reelecto advirtió que impondría un arancel del 25% a las exportaciones mexicanas si el gobierno no logra frenar el flujo migratorio y el crimen organizado. En respuesta, Sheinbaum destacó los logros de su administración, subrayando que el flujo de migrantes hacia la frontera norte ha disminuido un 75% en el último año gracias a programas de empleo y retorno humanitario. Sheinbaum insistió en la importancia de mantener una relación de cooperación con Estados Unidos, independientemente de quién esté en la Casa Blanca, y reiteró su compromiso de fortalecer la seguridad y la colaboración en temas migratorios.
La relación entre ambos países enfrenta un escenario incierto en términos comerciales y energéticos. Si bien México cuenta con recursos naturales y capacidad para desarrollar proyectos energéticos de manera independiente, la interdependencia con Estados Unidos sigue siendo un factor crucial. En el caso del gas natural, por ejemplo, cualquier cambio en las políticas de exportación podría obligar a México a acelerar sus esfuerzos de infraestructura para reducir su dependencia de este recurso importado.
A nivel global, el regreso de Trump también podría impactar los compromisos internacionales en torno al cambio climático. Su enfoque pro-fósiles y la posible retirada de acuerdos climáticos presionan a México a redefinir sus propias metas de sostenibilidad y a fortalecer sus políticas ambientales para atraer inversiones en energías renovables. En este sentido, la administración de Sheinbaum podría verse en la necesidad de equilibrar su apoyo a Pemex y CFE con el impulso necesario hacia energías limpias, especialmente si desea mantener el interés de inversionistas extranjeros en el sector renovable.
Por otro lado, la postura de Trump podría abrir una ventana de oportunidad para México. Si Estados Unidos reduce incentivos y apoyo a las energías renovables, las empresas de este sector podrían buscar desarrollar proyectos en México, donde el potencial para energías solar y eólica es amplio.
Sin embargo, para aprovechar esta oportunidad, México necesitaría construir un marco regulatorio que ofrezca certidumbre y atractivo para los inversionistas, algo que ha sido una de las demandas constantes del sector privado.
El retorno de Trump representa un desafío multifacético para el sector energético mexicano. La administración de Sheinbaum deberá enfrentarse a una política estadounidense menos favorable para la transición energética y más inclinada hacia el proteccionismo y los combustibles fósiles. Además, las tensiones comerciales derivadas de temas migratorios y de seguridad añaden presión a una relación bilateral que exige diálogo y cooperación en temas energéticos y económicos.
Para México, la clave radica en fortalecer su independencia energética, equilibrar su política de apoyo a Pemex y CFE con el desarrollo de energías limpias, y buscar mecanismos que le permitan sostener una relación estable y cooperativa con una administración estadounidense que posiblemente favorezca un enfoque más aislacionista en los próximos años.
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