Por Miriam Grunstein
Mi pecado es original: soy hija de una pintora al óleo. Los más dulces recuerdos de mi infancia son de la paleta que me daba a probar mi mamá, pero no de dulce, sino de pinturas verde pistache, naranja agria, magenta, mora, chocolate de todos los tonos y matices. Con la espátula, hacía mezclas exquisitas –casi comestibles– fundidas con tíner y aguarrás. Luego, con ese fondant y sus pinceles, creaba paisajes, poblados de figuras fantásticas –animales, vegetales, minerales. El estudio, como la piel de mi madre, olían a óleo y a solventes –ambos tóxicos amén de adictivos. Tanto así que confieso: Me llamo Miriam y soy una Petrólica.
Ayer el ocio fue la madre de todos los vicios; hoy, el crudo es el padre de los mismos. Por el estigma que lleva la palabra petróleo, las empresas hoy denominadas “de energía,” destinan inversiones diminutas a “fuentes alternativas” aún son diminutas. Una empresa de energía invierte tan solo el 1% de sus utilidades en ellas.
Si por la inhalación de gases de tíner y aguarrás en mi infancia de mi juicio dudaran, harán bien si se remiten a un documento de la Agencia Internacional de Energía , llamado “The Oil and Gas Industry in Energy Transitions”, cuyas 165 páginas vale mucho la pena leer. A falta de tiempo o exceso de fatiga, también hay un resumen ejecutivo con sustancia suficiente; o si de plano se trata de una lectura de retrete, aquí resumo lo que considero más interesante.
Y aquí le tengo una mala noticia a los que desean sustituir tan fácilmente la P por la E, como manifestó ayer Xóchitl Gálvez al hablar de sus planes para la que hoy se sigue llamado Pemex. Según este estudio, para que una petrolera se convierta en una empresa de “energía” –y se aboque, no sólo a su descarbonización, sino a la del planeta—va a requerir muchísimo dinero, que, por ahora, vendrá de sus ventas de hidrocarburos.
¡Qué ironía tan cruel! Para que Pemex se convierta en Emex, Xóchitl querida, ésta tendría que primero generar ingresos sustanciales derivados de sus ventas de todo tipo de hidrocarburos para financiar, por ejemplo, proyectos de captura y almacenamiento de carbono, parques eólicos costa afuera, desarrollo de sistemas de almacenamiento de electricidad, producción de hidrógeno verde y todo aquello que nos salvará de caer fundidos sobre el asfalto.
En suma, en este estudio la Agencia Internacional de Energía reconoce la responsabilidad de las empresas PETROLERAS en la emisión de los gases efecto invernadero, sin hacer caso omiso de que el financiamiento de la transición energética depende en gran parte de que ellas inviertan en reducir sus propias emisiones, además de que saquen la cartera para apoquinarla.
Así, por paradójico que parezca, el dinero para la transición lo pondrán en parte las llamadas “empresas de energía.” ¡Petróleo Maldito! No podemos vivir con él pero, sin él, tampoco, al menos por ahora.