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Veloz y Fatigada: la Partida de Tatiana

Por Miriam Grunstein

Un abrazo de despedida y un vasito de agua no se le niega a nadie, salvo a Tatiana Clouthier cuando anunció la renuncia a su encargo como Secretaria de Economía. Con un nudo en la garganta y las manos atadas, ella reconoció haber llegado al límite de su vida útil en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Por desdicha para ella, su confesión emotiva no parece haber despertado compasión en nadie: ni en el presidente que se quedó caído de brazos mientras ella lo rodeaba con los suyos, ni con los disidentes de este gobierno quienes abrigaron en ella una esperanza de moderación en un entorno cada vez más radicalizado.

Como sucede en todos los gobiernos, una se pregunta si “renunció” o fue “renunciada.” La receta más común es una mezcla de incompatibilidades que llevan a la separación ineluctable. La caída del ladrillo sólo es inesperada únicamente para los muy ingenuos o muy desprevenidos. El alto funcionario que va hacia abajo siempre escucha los pasos en la azotea antes de hacer la fatídica entrega, luego de lo cual tan sólo le resta vivir las especulaciones que se hagan sobre su separación del encargo.

La suma de Clouthier a la cuarta transformación de por sí era anómala. Parida de las entrañas del panismo más puro,entró al movimiento más ajeno a algunos de sus principios de liberalismo económico: la intervención mínima del estado y su convicción de libertad comercial y empresarial. Conservadores en su fibra ética y liberales en su modelo de mercado, el panismo primigenio del que viene Tatiana no encaja con el amorfismo morenista donde cabe un poco de todo: desde el populismo priista hasta la austeridad thatcheriana.

Y así como no entendemos cómo ni por qué Tatiana entró al proyecto de AMLO, hoy tampoco es claro por qué salió. Algunos dicen que fue su desacuerdo con la militarización del país el punto de quiebre. A la que escribe le suena más que los pasos en la azotea vinieron de la discordia con nuestros vecinos del Pent-House cuando a nuestro gobierno se le ocurrió cortar los cables del sistema eléctrico de las áreas comunes del edificio en el que somos condóminos, en contravención a las reglas de libre, pero responsable, convivencia. Puesto sin florituras, Tatiana entró en compresión extrema en el curso de las consultas sobre probables violaciones al T-MEC por acciones que atentan contra las empresas energéticas de Estados Unidos y Canadá y reventó justo en el momento de que supuestamente iban a concluir. Los tres países siguen en el proceso de las consultas; Tatiana ya no.

Hay dos hipótesis: que Tatiana dejó las grandes ligas por entender que la postura del gobierno, en cuanto a su política energética, es y ha sido insostenible; que como mujer inteligente que es, vio que una conciliación fácil sería imposible porque, si bien algunas quejas de los norteños son de fácil arreglo –basta abrir el grifo de la Comisión Reguladora de Energía y la Secretaria del mismo ramo para que fluyan los permisos– las reformas a la Ley de Industria Eléctrica que aprobó el Congreso son una suerte de cerca eléctrica que nos divide política y comercialmente. Si la toca el presidente, la electrocución política, ya no sólo de él, sino de su partido, es inminente. Antes de morir achicharrada, Tatiana dejó la mesa.

La otra hipótesis es que Tatiana se fue “a la porra” por incompetente. Las consultas son sustancialmente técnicas y un tratado no es una novela inglesa. Al asumir el cargo de Secretaria de Economía, Tatiana se sacó la rifa del tigre. Una controversia comercial de miles de millones de dólares puede exprimirle a cualquiera hasta la última gota de paz emocional e intelectual y más aún cuando se carece de la más peregrina idea de lo que sucede y de sus consecuencias.

Más interesante que la fuga de Tatiana, es el nombramiento de Raquel Buenrostro, otrora directora del Sistema de Administración Tributaria, como Secretaria de Economía. Es llamativo que una caza-contribuyentes por lo demás eficaz, sea quien dé la cara por México en una negociación donde en gran parte se juegan los intereses de empresas. Éstas, en el mejor de los casos, tienen una relación cordial con el fisco pero por lo general no se reúnen con éste por gusto. Ya veremos quién palidece primero con Buenrostro en la mesa, si los güeros o nosotros.

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