Por Luis Vielma Lobo (*)
En el mes de agosto del 2013, el entonces Presidente de México, Licenciado Enrique Peña Nieto, en su exposición de motivos para justificar la reforma energética señaló: “México incrementará su producción de petróleo de 2.5 millones de barriles diarios actuales, a 3.0 millones de barriles diarios a finales del año 2018”. El pasado 18 de marzo del 2021, en la conmemoración del 83 Aniversario de la Expropiación Petrolera, el Presidente de México, Licenciado Andrés Manuel López Obrador, señaló que “México se concentrará en topar la producción en 2 millones de barriles de petróleo crudo”.
Estas citas mencionadas en dos periodos importantes de la historia de los hidrocarburos de México, permiten destacar las inconsistencias que ha tenido la política petrolera del país. En el primer caso, las cifras manejaban un optimismo emotivo para sustentar lo que significó una apertura del sector energético a la inversión privada. La producción real obtenida en el año 2018 fue 1.8 MMBPD, es decir 40% menos de lo ofrecido por EPN, y en el segundo caso, observamos un planteamiento nacionalista, con una vision doméstica para satisfacer únicamente la demanda nacional, lo cual se refleja en el plan de negocios que recientemente publicó Pemex.
La historia nos ha demostrado que aquellos países que descubrieron importantes volúmenes de reservas de hidrocarburos establecieron una relación, que ha sido indisoluble y en cierta forma perversa, entre el petróleo y los gobiernos de turno. Y hay razones para ello, pues los ingresos que han recibido los gobiernos de esos países, por diferentes vías, desde regalías e impuestos, comercialización de los hidrocarburos producidos, así como los petrolíferos obtenidos a partir de su refinación, se hicieron más grandes con el tiempo.
En el caso de México esta contribución de los ingresos petroleros al gasto público federal alcanzó un máximo del 44% en el año 2008, cuando la producción de petróleo del país se encontraba sobre los 3.2 millones de barriles por día, y la producción de gas estaba sobre los 6600 millones de pies cúbicos de gas por día y las inversiones superaban los 320 mil millones de pesos anuales (alrededor de 20 mil millones de dólares al cambio promedio de ese momento).
Al iniciarse la reforma energética las expectativas de inversión de los privados superaban los 4000 mil millones de dólares para el periodo 2015 al 2018; no obstante, la inversión solo llegó a los 730 millones de dólares (18%), la cual había sido realizada por solo 31 de las 110 empresas privadas, a las cuales se les había otorgado contratos. Las razones para esta baja inversión, tiene varias explicaciones, que pueden argumentarse, pero esta fue la realidad.
Las inversiones son importantes y están relacionadas directamente con los incrementos en la producción, debido a que, de cada dólar que se invierte, 60 centavos están destinados a la perforación de pozos para explorar, descubrir reservas y extraerlas o producirlas, es decir la parte toral del negocio petrolero.
De allí que haya llamado la atención la poca inversión llevada a cabo por los privados que ganaron áreas o campos en el proceso de licitaciones internacionales realizadas entre los años 2015 y 2018. No obstante, hay que reconocer que el país y sus instituciones se estaban amoldando a nuevos cambios, creando la infraestructura necesaria para poder otorgar permisos, controlarlos, capturar informaciÓn de Pemex, registrarla, crear la gran base de datos nacionales, y delinear las mejores prácticas que permitieran realizar la regulación necesaria hacia las empresas privadas, dentro del contexto de la nueva Ley de Hidrocarburos, así como otras leyes asociadas a la seguridad y el ambiente en particular.
Es un hecho que, desde el año 2018 en adelante, la estrategia del gobierno cambió para privilegiar la fortaleza y desarrollo de Pemex, pero tampoco ha variado la tendencia de producción de la empresa nacional. A pesar de recibir recursos muy superiores a las inversiones de los años 2017 y 2018, los campos en desarrollo presentan mayor dificultad para el acceso a las reservas, por encontrarse en profundidades que, en algunos casos, superan los 7000 metros, con las complejidades que las presiones y temperaturas conllevan durante la perforación de los pozos. Y en aquellos casos de yacimientos menos profundos, de más fácil acceso y perforación sin mayores problemas, las producciones obtenidas han estado por debajo de los cálculos ingenieriles, lo cual plantea otro problema asociado a competencias y experiencia de la gente.
El Plan de Negocios de Petróleos Mexicanos 2021 – 2025, plantea un escenario con una producción promedio de petróleo crudo de 2,1 MMBPD y la incorporación de 4, 4 MMMB de reservas 3P, por nuevos descubrimientos o reclasificaciones, lo que representa una reducción del 40%, en comparación con el plan de negocios para el periodo 2020 al 2024. Las inversiones consideradas alcanzan los 1,543 mil millones de pesos (unos 8000 mil millones de dólares por año), en el periodo, lo cual significa una reducción del 6% respecto a dicho plan.
Desde el punto de vista económico, Pemex considera precios del petróleo relativamente bajos durante 2020 y 2021, debido al riesgo que representa la aparición de nuevas variantes del Covid-19, y su efecto en una lenta recuperación, restricciones al mercado y el cambio de actitud hacia el tema ambiental en la gente; lo cual pudiera implicar un entorno nacional e internacional más difícil, el cual seguiría limitando la actividad económica y el gasto de los consumidores, impactando la expectativa del Fondo Monetario Internacional que pronostica un crecimiento del PIB de 3.8% en 2021.
Esta explicación pudiera soportar la decisión del Presidente para fijar un tope a la producción de Pemex, impactada por los factores mencionados, lo cual restringe la capacidad para aumentar niveles de extracción entre 2021 y 2024; no obstante los resultados obtenidos por la empresa nacional en estos dos años de la presente administración, no han mostrado ningún cambio de tendencias.
Esta realidad plantea una opción que no está considerada en el plan de negocios actual, la cual tiene que ver con la oportunidad de darle entrada al capital privado en Pemex. Vale la pena evaluar el modelo que resultaría de bursatilizar un 15 o 20 % del valor de mercado de Pemex. Pudiera sorprendernos el interés de los mercados en participar en esta oportunidad, con un porcentaje de valor o equity en la empresa nacional. Esto sería apoyado por los pasos ya tomados en las asociaciones conocidas como farmouts y lo que programan hacer con los Contratos de Servicios Integrales de Exploración y Extracción, CSIEE y representaría un cambio de estrategia que sería un aprendizaje importante tomado de los resultados y las experiencias vividas.
(*) Luis Vielma Lobo, es Director General de CBMX Servicios de Ingeniería Petrolera, Director del Centro Integral de Desarrollo del Talento (CIDT) y presidente de la Fundación Chapopote, miembro del Colegio de Ingenieros Petroleros de México, Vicepresidente de Relaciones Internacionales de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios, AMESPAC, colaborador de opinión en varios medios especializados en energía, conferencista invitado en eventos nacionales e internacionales del sector energético y autor de las novelas “Chapopote, Ficción histórica del petróleo en México” (2016) y “Argentum: vida y muerte tras las minas” (2019).