Por Marco Cosío,
Vicepresidente de Smart Infrastructure en Siemens México, Centroamérica y El Caribe
La inteligencia artificial (IA) ha estado entre nosotros por décadas, desde que Alan Turing, considerado el padre de dicha innovación, planteara sus fundamentos en 1950. La evolución que esta tecnología ha tenido, sobre todo en los últimos años, es trascendental. Según Statista[1], para 2025 el valor de mercado de la IA se habrá más que duplicado con respecto al actual (superando los $420,000 millones de dólares), y para el 2030 se estima que la cifra será mayor a los $1.8 billones.
No es de extrañar que esta tecnología, partícipe en infinidad de escenarios, esté en boca de todos, la responsabilidad que conlleva, y el debate generado en torno suyo, son grandes. Por un lado, se sabe que la IA aumenta la productividad y la eficiencia, habilita la predictibilidad (optimizando la toma de decisiones al aplicarla al análisis de datos), reduce la probabilidad de errores e impulsa la innovación y el desarrollo económico.
La otra cara de la moneda trae consigo importantes retos en materia de ciberseguridad, además de preocupaciones éticas y morales sobre su uso (al caracterizarse por aprender del comportamiento humano para emularlo en muy variadas circunstancias), con lo que esto pueda significar en el corto, mediano y largo plazo.
La complejidad es notoria, hoy en día, la inteligencia artificial toca un sinfín de momentos de nuestra vida diaria. Con la IA (sumada a otras innovaciones), estamos ya en el futuro que imaginábamos, donde:
- En casas inteligentes, el encargo de la compra se puede hacer en automático según lo que se acabó en el refrigerador y las alacenas.
- Los coches autónomos aprenden estilos de manejo sobre la marcha (literalmente).
- La experiencia de los videojuegos es mejor porque calibra en tiempo real el nivel de dificultad según la habilidad de cada jugador.
- Conversamos con chatbots por voz y texto más comúnmente de lo que creemos, incluso este texto podría haber sido escrito usando el ya famoso chatbot de IA generativa, ‘ChatGPT’.
Todo esto es tan sólo una pincelada entre una enorme gama de opciones. La inteligencia artificial seguirá desarrollándose y expandiendo sus alcances. Un ejemplo que destaca entre el resto es su uso para llevar la sostenibilidad a todo tipo de infraestructuras.
IA acelera la carrera contra el tiempo de las infraestructuras sostenibles
La sostenibilidad se encuentra en el top de la lista de prioridades de las organizaciones. En lo que respecta a las redes eléctricas, edificios e infraestructuras en general, lo que estamos diseñando hoy no está listo para un mundo libre de carbono (el que se espera para el año 2050). En este terreno, la IA y su capacidad de aprendizaje automático pueden lograr grandes cosas, facilitando el reconocimiento de patrones y la respuesta a cambios con la agilidad necesaria.
Actualmente, tres de cada cuatro edificios comerciales no se gestionan de la forma más eficiente posible, considerando sus necesidades en cada caso y circunstancia. Si tan sólo se usaran sistemas de gestión basados en IA para optimizar el uso de la energía, se podría ahorrar cerca del 30% de la misma.
La IA también ayuda a detectar fallas emergentes, tanto en la infraestructura de la red como en las redes eléctricas. Con esta tecnología, además de evitar la necesidad de contar con planes de remediación y hacer actualizaciones, también podríamos incluso reducir o eliminar por completo algunos desastres ecológicos. No olvidemos que el simple hecho de que una línea eléctrica se tope con un objeto, como la rama de un árbol, podría originar un incendio de graves consecuencias.
Se trata de fallas difíciles de detectar (llamadas fallas de alta impedancia), pues son tan pequeñas que pasan imperceptibles a los sistemas tradicionales de detección. En Siemens estamos trabajando en un detector de este tipo de fallas basado en IA, para reducir de forma significativa dichas incidencias, y con ello, las posibilidades de incendios forestales, que cobran vidas, destruyen hábitats y empeoran los efectos del cambio climático.
Con la IA, los administradores son capaces de mejorar los estándares de sustentabilidad al procesar grandes cantidades de datos de dispositivos y sensores en un corto tiempo, para hallar tendencias significativas e implementar prácticas sostenibles adecuadas de forma costo-efectiva y ágil.
En los tiempos actuales, las infraestructuras requieren ser más adaptables y flexibles para admitir nuevos materiales, prácticas y procesos. Si bien la adopción de la IA en el terreno de la infraestructura apenas comienza, su potencial para incrementar la eficiencia y mejorar la sostenibilidad de los proyectos (caracterizados por condiciones cambiantes y con especificaciones orientadas hacia la descarbonización) es inmenso.
[1] “Artificial Intelligence (AI) market size worldwide in 2021 with a forecast until 2030”, Statista.
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