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El impulso al gas natural para la transición energética (9ª parte para un plan sexenal)


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Por Javier H. Estrada Estrada y David Madero Suárez

Durante las últimas tres décadas, México volvió a invertir en ductos de transporte y distribución de gas natural. Así, amplió la cobertura geográfica a más regiones del país y actualmente se puede generar electricidad a precios competitivos y de manera más flexible, apoyar el desarrollo industrial a través de competitividad y satisfacer las necesidades de millones de hogares con menor contaminación y a precios más bajos.

Sin embargo, podría decirse que nos empalagamos con el gas natural. La ruta que tomamos para aprovechar sus ventajas nos ha puesto en vulnerabilidad. El país importa mucho más de lo que producimos, no obstante, la elevada estimación de recursos prospectivos en el subsuelo. La insuficiente inversión en desarrollo de yacimientos en donde predomina el gas, así como la incapacidad de transportar y transformar el gas húmedo en procesado ha limitado la oferta nacional. Por otra parte, contamos con más capacidad en los ductos ligados a la importación que en los que interconectan nuestra propia producción con los consumidores. Adicionalmente, no contamos con almacenamientos para responder a faltas de abasto o mitigar fuertes incrementos temporales en los precios de importación.

En ese contexto, hoy se alzan voces que cuestionan el futuro del gas natural en México. Se le descalifica con el argumento de que su consumo es dependencia que nos pone en riesgo de precios, contingencias y presiones de EE. UU. También se dice que es fuente de contaminación. Algunos, con mayor visión, apuntan que su comercio internacional como GNL será tan global como en los setenta lo fue el petróleo, por lo que dejará de ser más competitivo que otras fuentes de energía.

El gas natural es clave para la transición energética. Debemos aprovechar lo que tenemos

Los cuestionamientos sobre los riesgos ligados al abasto y consumo de gas natural son válidos, pero pueden revertirse. No deberían apartarnos de la hoja de ruta del gas natural como combustible de la transición energética.

En México tenemos abundantes recursos de gas en el subsuelo. No obstante, en el pasado se abandonó su potencial como fuente de energía primaria, y cuando se producía como gas asociado, se permitieron altos niveles de quema y venteo, a pesar de tener amplia capacidad de procesamiento o poder transformarlo en petroquímicos en el sureste del país.

En materia de transporte, se cuenta con el sistema que gestiona CENAGAS y los gasoductos administrados por varias compañías privadas, los cuales en su mayoría fueron construidos para satisfacer necesidades de la CFE, aunque potenciadas por la demanda adicional de generadores privados. La red actual todavía puede crecer, integrarse mejor con los nuevos gasoductos y generar beneficios para zonas industriales y residenciales en todo el país. La regulación ya existe, al igual que los casos de éxito, aunque todo siempre es mejorable.

Debemos corregir los excesos del pasado, mantener el rumbo para alcanzar un mayor PIB y transitar hacia una economía más limpia. En varios países los ciclos combinados a base de gas natural (CCGN) están haciendo posible el crecimiento de las fuentes intermitentes. Su flexibilidad permite disminuir la electricidad del CCGN al recibir la de las renovables, y aumentarla cuando bajan las intermitentes o crece la demanda de electricidad. También facilita incorporar electricidad renovable generada en puntos lejanos a los consumidores. En México hemos invertido para dar electricidad de menor costo e impacto ambiental a la industria, los servicios y las ciudades. Por ello el crecimiento de las renovables es hoy impensable sin el funcionamiento eficaz de las plantas de CCGN, sus interconexiones, renovaciones y mantenimientos.

No conviene mantenernos como amplios importadores netos de gas natural, con desequilibrios en las capacidades contratadas para internar el gas y transportarlo hasta los usuarios finales, o seguir sin almacenamientos estratégicos y operativos de acceso abierto. El uso más intenso y racional de este energético es clave en beneficio de los mexicanos y para cumplir con los compromisos internacionales de reducción de emisiones de carbono.

Un futuro promisorio para el gas natural

El gas natural seguirá siendo un combustible con creciente demanda en los próximos lustros y para avanzar en la transición energética. La gasificación de México es todavía una promesa en avance que requiere un nuevo impulso. Un mejor aprovechamiento de este combustible permitiría mayor competitividad internacional, así como ahorros al país y a los usuarios a lo largo del territorio nacional.

Tenemos que explorar más y mejor por gas natural, con diversificación geográfica y geológica. Debemos enfrentar el reto de producir los recursos de gas en lutitas o en aguas profundas. Urge reducir la quema y el venteo para llevar mayores volúmenes de gas húmedo a los centros procesadores, sellar las tuberías de transmisión y distribución para anular las emisiones fugitivas de metano, así como aprovechar el etano nacional como insumo de la cadena petroquímica.

En materia de transporte y almacenamiento, tenemos que buscar una mayor eficiencia e inyectar más producción nacional. Para ello es fundamental que los gasoductos históricos del país reciban mantenimiento oportuno y que pronto se detonen uno o dos proyectos de almacenamiento subterráneo de gas natural en territorio nacional. Adicionalmente, necesitamos adoptar las mejores prácticas globales en la utilización de la infraestructura existente e interconectar de manera óptima los gasoductos históricos con los nuevos.

Por otra parte, se requiere avanzar en la gestión técnica para que la capacidad de transporte del país se oferte, a través de temporadas abiertas de contratos en base firme de largo plazo, y que esta pueda cambiar de manos a través de un mercado secundario. Las inversiones requeridas serán de menor escala, dado que en la actualidad tenemos más capacidad de transporte que consumo en el país. No obstante, harán falta inversiones en compresión, almacenamiento, modernización operativa, así como en gasoductos de menor escala para ampliar la cobertura del gas natural.

Finalmente, necesitaremos avances sostenidos en la regulación y una evolución favorable del gestor técnico del gas natural. La CRE tiene que retomar el liderazgo para que el transporte del gas se haga de manera eficaz y eficiente. Por otro lado, la ASEA tiene que garantizar que cuenta con las regulaciones para explotar el gas nacional de forma compatible con un medio ambiente sano y sostenible, en particular en los campos no convencionales, y mostrar que las operaciones de toda la cadena de valor del gas serán seguras. Por su parte, la CNH tendrá que retomar los proyectos de licitación de áreas para la exploración y explotación de gas natural que permitan crecer la oferta de manera sostenida. Esta agenda conjunta de impulso estructural al sector del gas natural es condición necesaria para que exista una mayor oferta nacional, a un precio más competitivo en todo el territorio y con mayor seguridad energética. Dicha agenda tendrá que actuar en el corto plazo sobre toda la cadena de valor del gas natural y al mismo tiempo en toda ella. 

El éxito del país deberá manifestarse en el incremento de las reservas y de los campos productores de gas natural, en la materialización de proyectos de almacenamiento subterráneo de gas natural y de los avances de los reguladores para incrementar la actividad del sector de gas natural, proteger al medio ambiente, fomentar la seguridad operativa, así como de generar eficiencias en el transporte y almacenamiento. La suma de estas medidas deberá resultar en una reducción entre México y los Estados Unidos en los diferenciales de precios para los consumidores del gas natural. Con esto la competitividad del país mejorará en su conjunto.

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