Por Luis Vielma Lobo*
Estamos cerrando el 2020, un año de una pandemia inesperada. Un año difícil, único si lo comparamos con los demás años vividos por la mayoría de nosotros. Año de experiencias diferentes: resguardo, trabajo desde casa, cubrebocas y sana distancia. Mucha gente afectada, empresas y servicios cerrados y desempleo, y lo peor, muchas vidas perdidas, familias afectadas y un virus aún sin control.
En el sector energético internacional las empresas operadoras han seguido adelante, la mayoría de ellas sufriendo grandes pérdidas y saliendo de activos – incluyendo productivos – para reducir el impacto en sus hojas de balance. Muchos trabajadores han perdido la vida, a pesar de que las empresas tomaron medidas preventivas desde el inicio de la pandemia.
Un análisis reciente realizado por el despacho Haneys Boone nos muestra que solamente en Estados Unidos han llenado bancarrota más de 45 empresas operadoras medianas y pequeñas, el número más alto desde el año 2014 cuando el barril cayó por debajo de los 30 dólares, debido a la severa crisis económica vivida.
Además del impacto financiero de estas bancarrotas hay un impacto social mayor aún; cuánta gente quedó sin empleo en todas partes donde la industria tiene operaciones, cuántos jóvenes profesionales quedaron con un sueño truncado al no poder iniciar sus trabajos.
Pero este año 2020, ha sido un año de aprendizaje también. Aprendimos que hay otras maneras de organizar la vida y el trabajo. Entendimos que para la operación de las empresas no es indispensable el desplazamiento de miles de personas a las mismas horas. Mucha gente descubrió el verdadero valor de la tecnología. Directivos y gerentes descubrieron que se puede crear valor a distancia. Las reuniones por Video Conferencia se convirtieron en una manera rutinaria de trabajo.
En lo personal, también nos permitió descubrir detalles olvidados en nuestra cotidianidad. Recuperamos un sitio de trabajo en casa que nuestras esposas e hijos respetan. Recuperamos la plática familiar en varios momentos del día. Nos dimos cuenta de que nuestros hijos adolescentes ya son adultos, y para quienes tenemos nietos ya son adolescentes y se convirtieron en nuestros asesores tecnológicos. Tantos detalles de vida familiar recuperamos, que muchos se plantean repensar el equilibrio entre vida personal y vida profesional.
El ser humano es difícil de entender y aunque luzca distante en su rutina diaria, en momentos catastróficos saca lo mejor de sí mismo. Ello se muestra a través de la solidaridad. La historia nos ha demostrado que los héroes o líderes están en todas partes, y en estos tiempos de pandemia se han destacado aquellos que juraron dar su vida por su prójimo en el juramento hipocrático, y también aquellos y aquellas que siguieron el ejemplo de Florence Nightingale, esa valiente mujer que convirtió la enfermería en una bendición.
También nos mostró que en una escala muy baja de solidaridad están muchos políticos, que, a pesar de los años, no han entendido que su prioridad es el bienestar de quienes los eligieron. Y aquellos que, con sus equivocaciones, decisiones erróneas, mentiras y falacias, han ocasionado más daño que beneficio.
Sin duda, nos dimos cuenta de que la competencia de quienes gobiernan importa, y hace una gran diferencia. El profesionalismo de los entes burocráticos es crítico. Entender que el saber es de la ciencia y no se improvisa. Que escuchar a los sabios enaltece, no humilla. Que la decencia engrandece y la comunicación efectiva y oportuna es un don.
El sector de los hidrocarburos en México ha mostrado una empatía única y ha sido paciente, a pesar de desplantes del sector oficial, las empresas privadas siguen adelante y creen en el futuro de este país. Desde el inicio de la pandemia han buscado acercamiento con Pemex por medio de sus gremios. Han puesto su conocimiento y experiencia al servicio de las instituciones para controlar daños y prevenir. Las empresas de servicio nacionales e internacionales han seguido prestando servicios a las empresas nacionales, aun sin recibir sus pagos a tiempo. Y han persistido en abrir canales de diálogo para buscar trabajar en equipo con las empresas nacionales de energía, como lo están haciendo en otros países.
Pemex necesita apoyo para salir adelante. Las soluciones no son por decreto. No solo se trata de reparar refinerías y aumentar su capacidad de procesamiento, es tener claridad con respecto a qué hacer con los productos derivados que producen. El exceso de combustóleo se convierte en un grave problema si no se tienen opciones para comercializarlo o usarlo. De allí la importancia de sus aliados en toda la cadena de valor. Sus proveedores, sus contratistas, sus trabajadores, todos están en la mejor disposición de ayudar. Esta realidad pandémica llama a trabajar en equipo, a buscar una relación nueva, diferente, más de libro abierto, de transparencia y de confianza.
Hay organizaciones, gremios de empresas de servicio dispuestos a recrear una nueva relación con las empresas nacionales que sea honesta, transparente, para ayudar a buscar opciones que fortalezcan ambas partes, y que ofrezca maneras diferentes para enfrentar un año 2021 difícil en todos los sentidos, especialmente el económico y financiero.
Aprovechemos el espíritu de la navidad y esa solidaridad que fluye en el ambiente en estos días, para reflexionar en todos los niveles del sector, en la industria y busquemos alinear propósitos y esfuerzos para iniciar un nuevo año con la mejor actitud y así construir un mejor futuro para el país.
(*) Luis Vielma Lobo, es Director General de CBMX Servicios de Ingeniería Petrolera, Director del Centro Integral de Desarrollo del Talento (CIDT) y presidente de la Fundación Chapopote, miembro del Colegio de Ingenieros Petroleros de México, Vicepresidente de Relaciones Internacionales de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios, AMESPAC, colaborador de opinión en varios medios especializados en energía, conferencista invitado en eventos nacionales e internacionales del sector energético y autor de las novelas “Chapopote, Ficción histórica del petróleo en México” (2016) y “Argentum: vida y muerte tras las minas” (2019).