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Hábitos y confort térmico: factores clave de postocupación para la eficiencia energética

Por Dra. Luz Esther Rodríguez Escobar, docente e investigadora de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Anáhuac México

Entre la edificación y sus ocupantes se teje un conocimiento tácito, aquel que surge de la interacción diaria con el espacio y que influye de manera decisiva en el desempeño energético del entorno construido. Cada acción cotidiana, desde encender una luminaria, abrir una ventana o ajustar un termostato, expresa una forma particular de buscar el confort térmico y revela nuestra manera de relacionarnos con la energía. Estas acciones pueden traducirse en conocimiento y, a su vez, otorgan un profundo sentido humano a la edificación sustentable.

La Evaluación de Post-Ocupación (POE), por sus siglas en inglés, es una herramienta clave para transformar las experiencias diarias de los usuarios en información que contribuya a mejorar los edificios. Sus hallazgos permiten comprender cómo las prácticas cotidianas influyen en el desempeño energético y ofrecen insumos para optimizar la operación, ajustar los sistemas y fortalecer el diseño futuro, impulsando edificaciones que respondan de manera óptima a las necesidades reales de sus ocupantes.

Estudios contemporáneos sobre desempeño energético muestran que los edificios se interpretan como ecosistemas dinámicos en los que la energía se manifiesta a través de las prácticas humanas, trascendiendo así su dimensión puramente técnica. Esta visión amplía el entendimiento tradicional de la eficiencia y subraya la relevancia de los comportamientos cotidianos en la configuración del consumo real de las edificaciones.

Diversos especialistas han insistido en esta perspectiva. Stephen Selkowitz, del Lawrence Berkeley National Laboratory, sostiene que el desempeño energético de un edificio resulta de la correlación entre diseño, operación y conducta de los usuarios. De manera complementaria, Bill Bordass y Adrian Leaman han documentado durante las últimas dos décadas la “brecha de desempeño”, que describe la distancia entre la eficiencia esperada y el consumo observado en operación. Según sus estudios, esta brecha suele explicarse más por la interacción entre personas, sistemas y expectativas, que por fallas tecnológicas. En esta misma línea, Fionn Stevenson, de la Universidad de Sheffield, ha subrayado la importancia de comprender el comportamiento de los ocupantes como un factor determinante para optimizar la operación y consumo de energía en edificaciones.

La relevancia de estas observaciones se evidencia en casos concretos. En oficinas corporativas de Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara, estudios de campo como el realizado por la Facultad de Ingeniería de la UNAM en 2022, muestran que los usuarios suelen abrir ventanas para obtener una sensación de “aire fresco”, incluso cuando los sistemas automatizados de climatización mantienen condiciones térmicas adecuadas. Esta tendencia también se ha registrado en oficinas de Londres y Melbourne, donde Leaman y Bordass observaron que los ocupantes ejercen su sentido de control personal aun cuando los sistemas están diseñados para operar sin intervención.

En viviendas de interés social y en climas cálidos, particularmente en Mérida, Villahermosa, Veracruz y Mazatlán, investigaciones del Instituto Nacional de Electricidad y Energías Limpias (INEEL, 2021) evidencian que la instalación de iluminación LED no se traduce automáticamente a menores consumos. Las familias mantienen luces encendidas por motivos de seguridad o costumbre, lo que confirma que las prácticas culturales influyen de manera decisiva en los patrones energéticos. Hallazgos similares se han reportado en viviendas suburbanas de Estados Unidos y España, donde el comportamiento cotidiano determina gran parte del gasto energético de la vivienda.

Estas observaciones respaldan que la demanda energética responde a prácticas sociales marcadas por normas, hábitos y significados compartidos. Afirman que la eficiencia de un edificio depende tanto de la calidad de su tecnología como de su capacidad para ajustarse a los patrones reales de uso, las costumbres y la cultura de quienes lo habitan, así como a sus percepciones del confort. La Evaluación de Post-Ocupación (POE) ofrece una ruta sólida para estudiar estas dinámicas cotidianas y brinda una metodología esencial para comprender la relación entre arquitectura, tecnología y comportamiento. A través de métodos cualitativos y cuantitativos, como entrevistas, encuestas de confort, sensores ambientales y análisis de consumos, la POE permite cerrar el ciclo de retroalimentación entre la intención de diseño y el desempeño real.

En el ámbito energético, la POE aporta información valiosa en tres dimensiones clave: el confort térmico y ambiental, el uso y entendimiento de los sistemas, y las prácticas culturales relacionadas con la energía. De la primera dimensión, la evidencia demuestra que la percepción térmica se forma tanto por las condiciones físicas como por la posibilidad de que las personas ajusten su entorno: abrir ventanas, mover cortinas o modificar la ventilación. La POE permite registrar estas acciones y comprender su impacto en la demanda energética.

Con respecto al uso de los sistemas, diversos análisis muestran que muchos equipos eficientes no alcanzan el desempeño esperado debido a interfaces poco intuitivas, configuraciones complejas o falta de capacitación. La POE identifica estos desafíos y facilita la optimización de los sistemas en operación. En cuanto a las prácticas culturales y los patrones cotidianos de uso, estos influyen de manera directa en el consumo energético. Al documentarlos, la POE permite diseñar estrategias operativas y de formación que favorecen reducciones reales en la demanda.

En síntesis, la POE transforma la experiencia humana en datos que fortalecen la eficiencia energética y convierte esos datos en decisiones estratégicas para el diseño y la operación de los edificios.

Para concluir este artículo de opinión, es importante situar esta reflexión en el contexto nacional. México se encuentra en un momento decisivo para fortalecer la eficiencia energética en edificaciones. Estudios de la Secretaría de Energía (SENER) y de la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía (CONUEE) muestran que el consumo energético real en las edificaciones suele duplicar o incluso triplicar las estimaciones de diseño, sobre todo en climas cálidos y tropicales donde los hábitos de enfriamiento son intensivos.

Aun con avances normativos como las NOM-008 y NOM-020, la atención se ha centrado en el diseño inicial, dejando menos considerada la operación y el comportamiento postocupación. La POE puede cubrir esta brecha al aportar evidencia para ajustar normas a condiciones reales de uso, orientar programas de capacitación energética, optimizar la operación para reducir picos de demanda y generar una base de datos que refleje cómo se vive el confort térmico en México.

Integrar la POE en edificios públicos permitiría generar conocimiento con impacto en políticas públicas y estrategias de descarbonización urbana. En arquitectura, su adopción impulsaría prácticas de diseño vinculadas a la experiencia cotidiana, hábitos y consumo energético. En lo académico, fortalecería la cultura de postevaluación, enriqueciendo programas de investigación y aporte al conocimiento local.

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