México ha enfrentado algunos de los accidentes urbanos más graves vinculados al manejo de hidrocarburos, con impactos devastadores en zonas habitacionales. San Juanico (1984), Guadalajara (1992), Tlahuelilpan (2019) e Iztapalapa (2025) son referentes de esta problemática.
La explosión en San Juanico dejó más de 500 muertos y 7,000 heridos tras una fuga de gas LP en instalaciones de Pemex. En Guadalajara, vapores de gasolina en el drenaje provocaron una serie de explosiones que causaron 212 muertes y destruyeron 8 km de calles.
En Tlahuelilpan, una toma clandestina encendida provocó la muerte de 137 personas. Más recientemente, en Iztapalapa, la explosión de una pipa en el Puente de La Concordia ha dejado 20 muertos* y más de 90 heridos, reactivando el debate sobre seguridad energética en zonas urbanas.
Estos eventos han evidenciado la vulnerabilidad de las ciudades ante el transporte y almacenamiento de hidrocarburos. Expertos advierten que se requieren protocolos más estrictos, trazabilidad y coordinación interinstitucional para evitar nuevas tragedias.






